A propósito de hegemonías

En las bellas y radiantes noches de plenilunio canicular, salgo al huerto para hablar con mis amigos los vegetales. Las solanáceas son muy agradecidas y siempre están dispuestas a comentar con razonamiento y aplicación sobre los libros de filosofía que les presto, para que no se aburran durante el crecimiento.

Pasamos largas horas hablando sobre la obsolescencia programada del actual super hombre Nietzscheano y la relación de cada proyecto humano y su imposibilidad de llegar a convertirse en realidad, ante la malversación sociopática de nuestros rectores, también se cometa y discute sobre cuál sería la identidad ética que en la actualidad mantendría Zaratustra de cara a las redes, ¿sería punto net o punto org?

A lo largo de la clara noche charlamos sobre lo coercitiva que puede ser la “náusea” de Sartre, para el común de los humanos a la hora de sujetarte a la existencia consciente del cuerpo, o acaso la “náusea” sea la respuesta del organismo ante la intolerancia a un alergeno inopinado que quiere subyugar a los humanos: la corrupción, el egoísmo…

Las cebollas, siempre hirientes, entran a formar parte de la abierta charla con mucha solvencia intelectual y demasiado desparpajo.

-Hay que tener presente que la “nausea” es el espíritu patriarcal de una sociedad impregnada, envuelta en un sistema de mercadotecnia, que es lo que da dinero y evita el enfrentamiento, en este caso, de personas con distinto sexo. La magia del capitalismo entra en todas las capas y se ríe con su abierta, irresponsable, irreprochable e irrespetuosa manipulación.

-No te entiendo bien- respondí sorprendido-. Explicaos mejor.

-Los seres vivos-siguió opinando la cebolla más lustrosa-, están manipulados por el sistema económico que lidera todo su entorno e influye sobre cómo debe opinar una mayoría; en febrero se conmemora el día del hipopótamo, el de los enamorados, en marzo el día de la mujer, la poesía, el teatro, en octubre se celebra el día de las verduras y frutas frescas, ¡olé, qué bien! Pero, ¿cuándo se celebra el día de la guerra? Los humanos siempre guerrean, pero no son críticos con ellas, han aprendido a mirar para otro lado y silbar la Marsellesa, como si nada pasara.

-Creo que sé por dónde vas – se escuchó a lo lejos la voz soterrada de la patata-. Alguien manipula la expresión espontánea y reivindicativa, Confiriendo importancia a ciertos días para que el mundo hable y se aplique en esa idea solo por unas horas y que más tarde las cosas sigan igual, en el limbo de la imprecisión. Son cínicos. Lo llevan marcado en sus entrañas.

-Efectivamente, yo soy cebolla desde que me plantaron y merezco el mismo respeto culinario un mes que otro, no necesito ser recordada un día al año. Por el mismo motivo, la mujer no tiene un día al año. La mujer tiene que ser considerada todos los meses del año, algo que yo llamo igualdad mantenida y no sometida. Caso contrario hablamos de la “nausea”, por enfrentarse ese cuerpo femenino, esa lúcida mente y esa genética que llegó a ella con su nacimiento, con el despropósito de un patriarcado mantenido por la publicidad y la egolatría.

 -Los tomates somos más abiertos a opinar sobre lo negativo de la angustia, que según las teorías de Kierkeegaard, se adquiere como elemento de defensa femenino, para poder soportar una vida de reproches constantes. Nosotros lo asemejamos a lo que siente el vegano y lo poco útil que puede ser este menosprecio y acomplejamiento en momentos de desastres inducidos por la tierra o por sus habitantes.

 -No sé qué decirte, los pimientos somos proclives a resaltar el pensamiento de Freud sobre la intimidad del yo íntimo y sus posibilidades de externalización, ya que, según las últimas tendencias de los regidores humanos; hay que entrar a formar parte del sistema patriarcal, en el caso de ellas, las mujeres, deben ser más severas e insolentes que los hombres, es desde esa posición desde donde pueden llegar a ser visibles.

-Eso sería ir en contra de sus principios y necesidades- discreparon las judías verdes-, la equidad no tiene días, pero tampoco tendencias, lo mismo que las vitaminas de las frutas y verduras tampoco las tienen. Están en su estructura. Los humanos niegan una realidad. Nadie entendería que los sabios dijeran que el limón solo sirve para fregar y quitar la grasa en la cocina, los cítricos se deben tomar por su alto contenido en vitamina C. Hay que proteger a los que son distintos, evitar las tan perniciosas hegemonías

– Los pinos, ya sabéis todos, somos más de resaltar la historia de la lucha de clases y de apoyar a una mayoría obstinada que pretende crear una sociedad externalizada, en la que nada sea público, salvo las fuerzas públicas, que son siempre las que, con acciones radicales y actuaciones irracionales, frenan el derecho común a lo común. Por tanto, las mujeres deberían externalizarse de los principios de esta sociedad gestada y mantenida por machos alfa.

-Las berenjenas somos menos drásticas y causticas, consideramos que lo que hay que hacer por parte de los que parten el bacalao, es evitar el desequilibrio de emociones, frenar estas insensateces allá donde surjan los desafortunados ejemplos que constantemente manchan el espíritu de los humanos.

-Lo cierto es que no sé quién de todos tiene razón, pero los pepinos, siempre intrépidos creemos sinceramente que la cosa esta del supremacismo entre humanos terminaría de una vez si pudiera mandar el ser vivo más antiguo del lugar, una especie de Geronte griega, pero compuesta por todos los seres vivos de un territorio. Se ha demostrado hace poco que las plantas solanáceas somos más antiguas que las coníferas, tenemos a nuestras espaldas una edad no inferior a los 80 millones de años. En el Cretácico ya andábamos ululando en los bosques tropicales, según el profesor Atkinson. Por tanto, la tierra es para quien la usó para crecer y multiplicarse desde la felicidad y fertilidad y no para los que la trabajan y matan por conseguir un palmo de tierra y construir sobre ella grandes rascacielos. Los primitivos seres vivos de América fuimos nosotras, por tanto: ¡Oé, oé, oé, solanáceas al poder!

-Las judías verdes, somos de la opinión, nada despreciable, de que los humanos tienen como bandera “el progreso”, y justamente desde eso, el progreso, se escudan para alabar su retroceso como parte de ese progreso. Porque si en realidad fueran seres dedicados al progreso, se habrían dado cuenta que la equidad entre seres vivos en necesaria para mantener al planeta y la pluralidad necesaria entre ellos, para soportar su ansiada libertad encajada en la democracia.

– No, ellos progresan – aseveró la cebolla-, porque construyen. Los humanos han construido todo, desde el primer monolito a la última guerra, desde la esperanza en la libertad a la injustificada injusticia de la justicia.

– Estoy de acuerdo- repuso el pino-. Ellos y solo ellos han construido el modo para destruirse y de paso para destruirnos a todos los seres vivos que poblamos su entorno terrenal, aéreo y acuático.

– ¡Son unos seres carentes de lógica! -Interpeló con vehemencia la berenjena.

– No lo creo- protestó la patata-. Ellos inventaron la lógica, apostaron porque la lógica fuera la estructura en la que se cerclara su sociedad. Su lógica siempre es ilógica, por tanto, tiene su lógica.

– Odio el comportamiento humano- repuso compungida y llorosa la cebolla-, dicen y formulan ideas, sugerencias, proyectos que luego no hacen o acaso se contradicen y surgen incomprensible e innecesariamente las ideas opuestas.

– Es el eterno camino de los humano- expuso el pino mientras se agitaban sus ramas por el viento-. Hay que pensar que son aquello que aparenta algo y lo contrario, hay que escuchar lo que dicen y plantean, hay que entender lo que no exponen, que suele ser más profundo y conmovedor que lo que explican. A eso se le llama miedo. Por eso no hay día de la guerra. Tienen miedo de sí mismos.

– Así es amigos- respondí-, los humanos somos eso, lo opuesto y sus circunstancias anexas. Creo que podríamos definirnos así.

Miré al cielo y comprendí como corre el tiempo cuando estás rodeado de mentes ágiles para el debate.

– Amigos, amigas, perdonadme, os voy a dejar, el alba ha llegado y yo debo descansar. Vosotros haced lo que os plazca.

– ¡Escucha David! – interrumpió la patata- De vosotros no se puede decir que seáis una fuente de verdad. No suelen coincidir vuestras afirmaciones con los resultados.

– No estoy de acuerdo- respondí mientras me ponía en pie-, nosotros somos fieles a nuestras verdades confusas, esas que dependen de quien, como y cuando las vea. Son verdades poliédricas.

– ¿Te refieres a las cajas B, la especulación, el fraude, las corruptelas, corruptelillas y sus hermanas mayores, a los micro y macromachismos y despotismos? Esas no son verdades poliédricas, son mentiras polícromas- afirmó la cebolla furibunda.

– Debo darte la razón- alzó la voz el pino-, primero inventan la guerra, implican a todo un continente, lo hacen sentirse como una especie de espíritu protector, mientras tanto, desgastan sus fuerzas y merman sus economías hasta que se arruinan. Otros países astutos que ven la jugada esperan el momento oportuno para esquilmarlos y serán controlados por el gran occidente que se apoderará de ese continente entero. Mientras, los dos dueños de oriente se dividirán Asia y África. Solo tres macro potencias gobernaran el mundo, un mundo asustado, con miedo y culpa por haberse dejado seducir con delicadeza y pavor guerrero.

– ¿Con pavor? – se escuchó a la cebolla entre lágrimas-, debo decir que todo en ellos se hace posible, los humanos son infinitamente necios, infinitamente torpes, infinitamente cándidos e infinitamente guerreros. Poseen la capacidad de tener infinitos infinitos.

– Como dijo Willgenstein- afirmaron los tomates-: “El revolucionario es aquel que puede revolucionarse a sí mismo”. De ellos depende ser evolucionarios o revolucionarios.

Todos aplaudieron a los tomates, pero con matices.

-Yo no sé quién puede tener razón, pero todo eso que decís está sujeto a una estructura mayor. La banca.

Los pinos comenzaron a rebatir a los pepinos y los tomates a las patatas… Allí los dejé enfrascados en sus argumentarios sobre cuál de todos los infinitos era un infinito mayor.

Me fui a descansar cuando los rayos del sol brillaban tras las lejanas montañas que podía ver desde la ventana de mi habitación. Estaba cansado, pero contento por haber escuchado la sensatez imperante en estos seres vivos que conviven en mi granja.


© Texto Emilio Meseguer Enderiz
Imagen La tradición hortelana, ilustración del «Tacuinum sanitatis» (BM Rouen Leber 1088), manuscrito anónimo del siglo XIV

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