Abrazo de zarza

Tienes un arañazo en la espalda,
resma de amor que una zarza tatuó
quedándose tu ropa enganchada
para engalanar el campo sin necesidad
y mostrar tu belleza desnuda.
Belleza arañada que impide olvidar aquel día.

Ay, amor.  – Decías entonces.
Ay, amor.  – Ahora lloras
con la marca de la zarza
que se enredó en tu cuerpo,
la marca que tantas lenguas lamen
y no consigues olvidar:
tu piel penetrada,
veneno inocuo altera tus venas
quemando todas las ramas
cada vez que tocas la cicatriz,
volviendo a sentir esa piel candente
enganchada a tu piel. 


© Antonio Maldonado

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