Afiches

En América del sur, la palabra “afiche” significa un impreso, generalmente de gran tamaño, que se emplea para propaganda o con fines informativos y que se fija en paredes y lugares públicos. Es lo que en España conocemos como “cartel publicitario”. En esta ocasión, no vamos a hablar de la historia de un cartel sino de un afiche, concretamente de la historia que acompaña al tango “Afiches” de  Atilio Stampone y Homero Expósito, y de la maravillosa versión que grabó Roberto Goyeneche. Mi querido lector ¿bailamos?


Allá por el año 1955….

En internet circula una historia que es precisamente la que alimenta la leyenda de “Afiches” y que al parecer contó el propio Atilio Stampone, que ocurrió allá por 1955….

Atilio Stampone y Homero Expósito eran amigos, tanto que Homero pasaba cada día por la casa de Atilio y charlaban durante largo rato. En el transcurso de esas charlas, Atilio Stampone solía practicar al piano, mientras Homero Expósito escuchaba y lo hacía atentamente y enseguida descubrirá mi querido lector, el por qué de esta afirmación.

Una tarde Homero Expósito, faltó a su cita pero horas más tarde llamó por teléfono a Atilio Stampone y le dijo:

– Atilio ¿cómo era el ejercicio ese que tocabas la otra tarde en el piano, sílbamelo?

Mientras Atilio Stampone cumplía el deseo de su amigo y tocaba la melodía, se escuchaba como al otro lado de la línea, Homero empezó a cantar lo que más tarde se conocería como el tango «Afiches».

Y así nació un clásico, pero la historia continúa….


Grabación de Afiche

Atilio Stampone grabó el tango compuesto por su amigo con la orquesta típica que dirigía entonces, en 1957, en la que cantaba Héctor Petray, pero lo cierto es que el tema no tuvo éxito y a pesar de la leyenda de su nacimiento, con tintes de improvisación, enaltecimiento de la amistad y otros ingredientes que cocinan a las leyendas, el tema pasó sin pena ni gloria.

Tuvieron que pasar más de quince años hasta que Goyeneche y Stampone empezaron a incluirla en el repertorio de sus presentaciones en Caño 14, pero no nos adelantemos a la historia.


Caño 14

Por el año 1962, se juntaron un día un ex jugador de fútbol, Rinaldo Martino, el empresario Vicente Flasché y nuestro compositor Atilio Stampone, como no, para hablar de tango. Se dieron cuenta que no existía ningún local que se dedicara enteramente al género del tango y pensaron que sería una buena idea crear un local de esas características.

Al deportista Rinaldo Martino, se le ocurrió que podían ponerle Caño, en alusión a la expresión «irse a vivir a los caños» que significaba algo así como fracasar económicamente, ya que quienes no podían pagarse una vivienda acababan viviendo en los caños. El número 14, se lo pusieron en atención a lo que este número simbolizaba en las quinielas, ya que era el número del «borracho».

Y así nació, en 1965 «Caño 14», que tuvo una gran importancia en el éxito del tango «Afiches»


Goyeneche y Afiches

Nos habíamos quedado en que en un principio la grabación de «Afiches» no tuvo nada de éxito pero entonces llegó al Caño 14 el gran Goyeneche y el propio Stampone le pidió que lo cantase y sonó algo como esto:


Después, ya nada fue lo mismo para «Afiches» pues se convirtió en un éxito, alimentado por su propia leyenda. Goyeneche lo grabó con  la orquesta de Atilio Stampone en 1972. En esa época, El Polaco, que es como se conoce a Goyeneche, estabá en lo mejor de su carrera.

Mucho se ha hablado de la letra de este tango, del amor, del desamor, pero sobre todo se trata de una crítica a la publicidad, al consumismo extremo. La maravillosa letra de Homero y la música de Stampone con la voz de El Polaco, hacen que este tango nos emocione y nos conmueva al mismo tiempo, su leyenda hace el resto.

No se me ocurre mejor manera para acabar esta colaboración que las propias palabras de Homero:

«La propaganda manda cruel en el cartel,
y en el fetiche de un afiche de papel
se vende la ilusión,
se rifa el corazón…
Y apareces tú
vendiendo el último jirón de juventud,
cargándome otra vez la cruz.
¡Cruel en el cartel, te ríes, corazón!
¡Dan ganas de balearse en un rincón!»


© María Ángeles Espílez Murciano

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