Ahí mismo (Poesía erótica VI)
Llegamos a la última entrega de esta serie de artículos dedicados al erotismo lírico que pone su punto de mira en el sexo, tanto masculino como femenino. El título general, «Ahí mismo» venía del primer poema que analizamos y que pertenece a Claudio Rodríguez. Y ahora terminaremos este breve florilegio con un texto titulado «El sexo de los ángeles», de Ana Rossetti… buen comienzo y mejor final…
Ana Istarú, poeta y actriz costarricense, es quien inicia este itinerario final. Pertenece a esa generación de mujeres centroamericanas de finales del siglo XX que fueron precursoras de la literatura erótica.
Su poema Si del sexo te acuerdas… se dirige a un tú poético, ofreciéndole su sexo como generoso dispensador de calma, de mansedumbre y de dulzor para unos genitales como un niño creciente y decreciente que tus ingles corona […] para tu sexo erguido… Pero tampoco deja duda de su lucha por deshacerse de obsoletas represiones: he destruido el lamento / final de los obispos, / a puñados olvido / viejas recomendaciones, / los afectos pasados, / séquitos de dolores […] Los edictos, correas rugosas, / desgarrantes, / han perdido el camino. Y finaliza su canto haciendo todo un alegato de su independencia como mujer: La dicha del pistilo / me reservo. / Soy el cauce, la huella. / Si del sexo te acuerdas, / rayo y abejas. Vino.

Si del sexo te acuerdas,
fiebre de abejas
traigo, el perfil de la pera
entre las piernas.
Bermejas alegrías,
mansedumbre
donde colmar tanto fervor
en ristre.
Un nido,
una copa de vino
culminando mis muslos
para calmar tu ayuno,
país de regocijo.
Para el niñocreciente
y decreciente
que tus ingles corona
de azafrán y otros humores perfectos
henchido
mi dulzor de vagina
amainará en tu cuerpo.
Si del sexo te acuerdas
que ondea bajo mi manto
de vello y azabache,
he destruido el lamento
final de los obispos,
a puñados olvido
viejas recomendaciones,
los afectos pasados,
séquitos de dolores,
soy la tierra
y el rayo para tu sexo erguido.
Los edictos, correas rugosas,
desgarrantes,
han perdido el camino.La dicha del pistilo
me reservo.
Soy el cauce, la huella.
Si del sexo te acuerdas,
rayo y abejas. Vino. 1Istarú, Ana. Poesía escogida. Ed. Costa Rica. Costa Rica, 2002.
Quiero aclarar, antes de continuar, que es un atrevimiento, por mi parte, incluir un poema de mi autoría en este artículo cuando aseguré –en el bloque IV– que pretendía sorprender con autores famosos y con insólitos poemas merecedores de estar en esta breve antología. Solo me mueve aportar un texto más, pero no con la intención de ser acreedor de ninguna de las dos cualidades citadas.
Influido por la descripción contemplativa y reflexiva de Claudio Rodríguez y Carlos Marzal, he buscado definir el carácter formal y sus características, las sensaciones y posibles efectos del contacto directo con el sexo femenino. Así sintetizo el poema:
El sexo femenino es:
- santuario de formas volubles
- puerta al placer
- freno que se desboca
- pozo de paz y placer, de rebelión y revelación
- cueva del gozo y de la vida
- surtidor de deliciosas derrotas
- límite del éxtasis paradójico

Y este es el texto:
TABÚ
Rubicundo santuario,
cercado de aduanas volubles
y sinuosas barreras transitables
de caprichosa voluptuosidad.
Cúspide de arrobamientos,
frontispicio del Templo de Eros
con ahebrados guardianes
anunciando incandescencias.
Territorio de contención
que se desborda, derrotado,
en aluvión de pasiones,
anegando los instintos.
Pozo ingrávido y sedicioso,
que oculta íntimos enigmas
de plenitud terrenal.
Cráter carnal, generativo.
Grieta de la roca de la vida,
tersa caverna, guarida
de noches de media luna
para desconfiados noctámbulos.
Fuente de insaciables destinos
surtidor de suavidades,
recóndito testigo voluble
de derrotas presagiadas.
Frontera de la existencia,
tras el éxtasis efímero.
Tirano y libertador,
opresor y cautivo. 2Pérez Fuente, José Luis. Poesía para todo: 66 experimentos de Jaco Liuva. Ed. Poesía eres tú. Madrid, 2015.
Con la siguiente autora, Griselda Álvarez Ponce de León, vuelvo a desviarme de las intenciones propuestas en el capítulo tercero, cuando planteaba que la literatura que utiliza el menoscabo y la intención burlesca no tenía cabida en esta serie dedicada al erotismo. Pero no me resisto, y pido excusas por ello, a transcribir un soneto de esta autora mexicana que pone el acento en la crítica despiadada a través de sus versos.
Griselda Álvarez Ponce de León también pertenece a la generación de poetas americanas de fin de siglo que rompieron los moldes estrictos que no permitían a las escritoras la expresión de sus sentimientos eróticos y la descripción de las emociones sobre su sexualidad, aunque en este caso se trata más bien de reprochar, con una estrofa clásica, determinadas actitudes machistas que resumo aquí:
El sexo masculino es, para la autora, un sátiro fecundador, un perverso dios, libidinoso y soberbio y, finalmente, un derrotado servidor de la vida…

Sexo
Juego de fauno sembrador de mundos
alto de amor y activo de congojas,
a tu servicio las semillas rojas
te esperan en surcos infecundos.
Protervo dios alegre por segundos
más alegre quizá cuando deshojas
la flor primera, cuando te despojas
de todos tus ardides errabundos.
Lúbrico centinela y elemento
que la naturaleza dilapida.
Crecido de soberbia. Cuánto siento,
al observar en tu misión cumplida,
te hayan usado, cándido instrumento,
las fuerzas subterráneas de la vida. 3Álvarez Ponce de León, Griselda. Anatomía superficial. Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1967.
Ahora debo llevarme de nuevo la contraria trayendo aquí un poema de Ángel González, que había descartado por no pertenecer a la lírica amatoria, pero que estimo necesario para mostrar imparcialmente dos casos opuestos –voz lírica masculina y voz lírica femenina–, pero similares en cuanto al reproche hacia el sexo contrario.

Canción, glosa y cuestiones
Ese lugar que tienes,
cielito lindo,
entre las piernas,
ese lugar tan íntimo
y querido,
es un lugar común.
Por lo citado y por lo concurrido.
Al fin, nada me importa:
me gusta en cualquier caso.
Pero hay algo que intriga.
¿Cómo
solar tan diminuto
puede ser compartido
por una población tan numerosa?
¿Qué estatutos regulan el prodigio? 4González, A. A todo amor. Antología personal. Ed. Visor. Madrid, 2006.
Verónica Leuci afirma que el poema es un juego irreverente con la música popular contemporánea, en el que la afamada canción «Cielito lindo» será reformulada en una paródica versión con claras alusiones sexuales y humorísticas. 5Leuci, Verónica. Tradición y reescritura en la poesía de Ángel González. En Lo vivo lejano. Poéticas españolas en diálogo con la tradición. Coord. de Marcela Romano. Ed. EUDEM. Mar del Plata / Argentina, 2009. Pero creo que también admite una lectura más agria, donde se atisba el reproche y el sarcasmo…
Dejamos la sátira y la censura con sabores ácidos que nos desvían del itinerario sensual y voluptuoso que llevábamos hasta ahora y, para finalizar, lo haremos con un curioso texto de Ana Rossetti que es una buena muestra de ironía: se trata de un poema dedicado a un transexual famoso en las últimas décadas en España (llamado artísticamente Bibi Anderson), mujer que fue hombre y cuyos órganos sexuales nadie sabe si son de hombre o de mujer. El personaje público juega con esta ambigüedad que la poeta también deja en suspenso en su poema.
La ironía del título, haciendo referencia a lo que en español llamamos «el sexo de los ángeles», es decir, algo puramente especulativo, es coherente con su final ambiguo. Nada se sabe acerca del sexo de los ángeles. La ambigüedad final, el renunciar a desvelar el misterio en el último momento refuerza la propia ambigüedad del personaje y deja al lector, como al espectador, prendido del misterio donde el enigma embosca su portento. 6Martínez Sallés, Matilde. El jardín de las horribles delicias. Introducción a la obra de Ana Rossetti. Universidad Autónoma de Bellaterra (Barcelona), 2003.

De los pubis angélicos antología Personal
(A mi adorada Bibi Andersen)
Divagar,
por la doble avenida de tus piernas
recorrer la ardiente miel pulida,
demorarme, y en el promiscuo borde,
donde el enigma embosca su portento,
contenerme.
El dedo titubea, no se atreve,
la tan frágil censura traspasando
–adherido triángulo que el elástico alisa–
a saber qué le aguarda.
A comprobar, por fin, el sexo de los ángeles. 7Rossetti, Ana. Devocionario. Ed. Visor. Madrid, 1986.