Algo más que un simple abeto

Ecce arbor Domini; vocate illum abies Yhesu -San Bonifacio-

Volvemos a estar en diciembre y siento que el tiempo camina a velocidades muy altas. Parece ser que el tiempo se acelera exponencialmente conforme vamos cumpliendo años. Lo tengo claro, la vida siempre es demasiado corta y quizás por eso me apasiona tanto. Pero retomo el hilo del comienzo, estamos en diciembre y ¿qué es lo más llamativo que tiene el mes? Las navidades, por supuesto. Ya lo he comentado en algún artículo anterior, es una época que me fascina. No me gusta la excesiva publicidad tendenciosa hacia el consumismo exacerbado, ni esa felicidad impostada que debería invadirnos por todos nuestros poros, según no se sabe quién, durante estos días. Pero adoro la tradición de estas fechas: belenes, árboles navideños, decoraciones varias, comidas familiares, compras hechas con cariño e ilusión… resumiendo, las navidades de toda la vida.

Y el árbol de Navidad es uno de los elementos más característicos. Por eso, este diciembre voy a hablar de él. A priori, tiene dos aspectos muy significativos: el botánico y el navideño. Como esta sección es de ciencias, empezaré por la botánica.

El abeto es un árbol de la familia de las pináceas, es decir, primo hermano de los pinos. Pero como ocurre en otras familias, inclusive las humanas, hay muchos matices que los diferencian. Pero primero hablaré de nuestro protagonista. Es un árbol que puede, fácilmente, alcanzar los 100 metros de alto   -dependiendo de la variedad a la que pertenezca-, siendo 60 una altura bastante fácil de conseguir. Tiene un porte cónico-piramidal, la forma característica por la que los conocemos, sobre todo en sus  primeros años; al crecer cambia a cilíndrica o columnar, con la parte superior aplanada. El tronco es recto, cilíndrico y liso, con un diámetro de entre 1’5 y 2 metros en los ejemplares adultos. Las ramas se extienden horizontalmente. Es una planta monoica, es decir, en cada árbol encontraremos flores femeninas (en la punta de las ramas más altas) y masculinas (debajo de las femeninas), aunque les cuesta mucho florecer, a partir de los 25 años y bastante irregularmente. Esta etapa ocurre entre abril y junio. Las semillas se dispersan con el viento entre septiembre y octubre.  

diferentes tipos de abetos

Los conos son erguidos y en la madurez se desintegran, cayendo las semillas directamente al suelo. Toleran todo tipo de suelos, de muy diferentes pH, pero tienen necesidad de altitud, humedad y frío, no soportan los veranos excesivamente calurosos y secos, por eso suelen vivir en altitudes superiores a los 700 metros y hasta los 2000.

Existen muchas especies de abeto (alba, excelsa, procera, nordmanniana, grandis, balsamea, concolor, koreana, pinsapo…), incluso podemos encontrar el llamado abeto rojo (picea abies) que realmente es un pino. Y muchos son señalados como los auténticos abetos de Navidad (la fama va por barrios,  dependiendo de la nacionalidad de quien escriba y de la variedad predominante en su país). Porque todos se parecen, son de la misma familia como dije unas líneas más arriba. Pero los pinos, a diferencia de nuestros abetos, son árboles altos, aunque no suelen exceder los 20 metros; sus cortezas son oscuras y escamosas, hojas punzantes y cilíndricas (las del abeto son aplanadas, no pinchan y tienen líneas blancas en el envés) y los conos son pendulares, y en la madurez caen al suelo dejando sueltos a los piñones.

semillas de abeto

Creo que ya ha llegado el momento de sumergirnos en la otra faceta de nuestro abeto, esa que se adhiere a su historia a lo largo de los tiempos. Porque, aunque mucha gente lo piense y tenga por seguro, esta tradición no tiene nada que ver con los yankis y sus estrafalarias decoraciones navideñas.

No, nuestro abeto ahonda sus raíces en épocas anteriores a la figura de Cristo y las costumbres cristianas. Nos toca adentrarnos en las leyendas y con ellas, en la Historia.

¿Alguna vez os habéis preguntado el porqué de celebrar la natividad de Jesucristo el 25 de diciembre, una época generalmente muy fría y poco atractiva para festejos? Evidentemente no existe ninguna prueba de que esa fuese la fecha real del nacimiento, aún en el caso en que se sea cristiano y se crea en la figura de Cristo. Los primeros cristianos construyeron su iglesia en medio del apogeo del imperio romano; era la época de la romanización, donde la gran urbe exportaba su lenguaje,  costumbres y modas a las élites de las tierras ocupadas. La naciente religión adoptó una táctica más cercana al estilo de Alejandro Magno, fueron ellos los que aprovecharon las costumbres del lugar para incorporarlas a sus creencias, ya que no podían erradicarlas.

Tanto en Oriente Medio como en Centroeuropa y Escandinavia, siempre existieron festejos paganos alrededor del solsticio de invierno, cuando el sol se retiraba a los niveles más bajos sobre el horizonte (en el extremo norte incluso desaparece durante dos meses). Todos estos pueblos tenían como centro de los festejos la figura de un árbol, que siempre ha sido un símbolo de fertilidad y de regeneración.

Y es aquí cuando nos sumergimos en tiempos de leyendas sobre el origen de nuestro árbol de Navidad.

Una de las más extendidas es que en Centroeuropa los pueblos celtas celebraban en esta época el nacimiento del dios Frey, dios del Sol y la fertilidad, adornando un árbol, el Idrasil (con diferentes grafías, dependiendo de la fuente que leas); en su copa se hallaba el cielo y en sus raíces, el infierno (tema recurrente de todas las religiones).

celebraciones navideñas

Posteriormente y siguiendo con las leyendas, a finales del siglo VII o principios del VIII, San Bonifacio -uno de los evangelizadores de Alemania- decidió erradicar todas las costumbres paganas, pero como era imposible acabar con las tradiciones celtas, decidió adaptarlas al cristianismo. Taló un roble, que al caer arrastró a todos los árboles quedando en pie un abeto al que calificó como el árbol de Jesucristo. No fue extraña la elección de nuestro árbol, pues entre los pueblos germanos siempre se le consideró portador de una cierta magia; tenía la capacidad de atraer a los rayos y al mismo tiempo, se consideraban como morada de elfos, y a los elfos no se les podía molestar, ya que se pagaba con la vida; los leñadores sólo cortaban algunas ramas y siempre con mucho cuidado. San Bonifacio adornó el abeto con manzanas y velas; las manzanas representaban el pecado original y las velas, la luz de Cristo.

Esta costumbre se popularizó poco a poco, y evidentemente existen discrepancias sobre dónde aparecieron los primeros árboles navideños del estilo que conocemos. Alrededor del 1450, Riga y Tallin se disputan la aparición del primer abeto colocado y adornado en público. De sus ramas se colgaban rosas de papel, dulces, pan de oro, manzanas y golosinas de azúcar, una manera de acercar a los niños al camino hacia Jesús. En Alemania se implantó la costumbre hacia 1600, y de ahí se trasladó al resto de Europa gracias a los enlaces de la casa de Hannover con otras casas reales. A Inglaterra llegó a finales del XVIII con el rey Jorge III, que estaba casado con una noble alemana, pero quedó sólo como una celebración privada. Es a mediados del siglo XIX cuando se populariza la costumbre, por el sofisticado abeto del palacio de Windsor, donde habitaban la reina Victoria y su marido, el príncipe alemán Alberto de Sajonia-Coburgo.

A España también llega en el siglo XIX, de manos de una aristócrata alemana casada con un militar y político español.

celebraciones navideñas

Me ha resultado muy curioso el significado religioso de los principales adornos que cuelgan de nuestros abetos. Las bolas se refieren a las virtudes que Dios concede a la humanidad (azul para el arrepentimiento, doradas las alabanzas, plateadas los agradecimientos y rojas las súplicas). La estrella simboliza la fe y la luz que guía hacia Dios. Las cintas y guirnaldas representan la unión familiar. Los ángeles son la comunicación entre los humanos y el cielo, también significan protección. Por último, tenemos las luces (no importa el color), que deben encenderse y apagarse, y su función es la de iluminar el camino hacia la fe.

Como siempre, hay mucho más que contar sobre los abetos, tanto botánica como históricamente. Y os animo a profundizar en el tema, que es muy interesante, mucho más de lo que a priori aparenta.

Y una recomendación. Si decidís usar un abeto natural como árbol de Navidad, no lo replantéis, os podéis estar cargando el ecosistema de la zona. Es mucho mejor donarlo a un vivero o usar sólo ramas de abeto.

Sólo me queda desearos una Feliz Navidad y un magnífico Año Nuevo.  Espero veros por estas páginas el año que viene.


Fuentes y Referencias – Bosques de los Padres, Bekia (Blanca de la Merced Vega Rodríguez), Flores Ninja (Rocío Vega), Infojardín, Wikipedia (D. A. Polanco Zambrano, H. Blume, M Chinery, F J Do Amaral, , Ediciones Mundi-Prensa,B P Kremer, The Royal Horticultural Society-Grijalbo, H A Wolf, Farjon, Dr. Berdonces i Serra, L.H. Bailey, J Soto, I. García, E. Pérez), Flor Flores, Arbolapp, Arbolapp, La Magia de los Bosques, Todo Árboles (Mónica Sánchez), Arkiplus, Maderame, Maderea, Majofesa, 20 Minutos (Alfred López), ABC, Curioesfera, El Heraldo de Aragón (David Navarro), El Nacional de Venezuela, Historia National Geographic, Muy Interesante, A. Vogel (Montse Parada), Cuerpo y Mente, Ecoagricultor, Plantas medicinales, Plantas y Hierbas Medicinales, Sebem (J. Mª. Teixé)


© Carmela Pérez Nuñez

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