Amor y poesía (I): Introducción

Revisando la obra de cualquier poeta actual o de aquellos que ya han accedido al parnaso de los gloriosos finados, podremos encontrar, seguramente, algún texto relacionado con ese supremo sentimiento humano que nos distancia definitivamente de la instintiva irracionalidad animal: el amor. Sea en forma de canto gozoso, de melancolía solitaria, de canción triste o de desesperado reproche, la emoción producida en el ánimo del autor y su posterior traslación al poema son un hecho evidente que para muchos puede servir como justificación suficiente y necesaria para la existencia de la poesía.

Propongo para empezar dos ejemplos, dos textos donde el amor y el desamor son protagonistas. En el primero, encontramos a un Miguel Hernández enamorado pletóricamente y, a la vez, un gozoso fecundador… Pero el título (Canción del esposo soldado) añade un detalle más que va a condicionar todo el poema: Hernández es un soldado inmerso en el fragor de la contienda civil y reconoce que es preciso matar para seguir viviendo… Un canto a la vida que va a nacer del amor entre Josefina y Miguel, que contrasta con el odio y la mortandad en la que se ve sumido; una paradoja vida-muerte donde el amor, y en especial el fruto del amor, lo salva todo. Los versos alejandrinos aportan un carácter ceremonioso al acto comunicativo con su esposa, por su longitud métrica, además de proporcionarle un tinte reflexivo. 


Canción del esposo soldado

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.


Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hasta mí dando saltos
de cierva concebida
.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.


Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.


Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.


Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.


Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.


Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.


Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.


Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.


Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos
. 1En https://www.poesi.as

Miguel Hernández


El segundo texto que traigo para disfrute de paladares exquisitos y ávidos de buena poesía se titula «La zorra y las uvas». En este caso tenemos una voz poética femenina, Amalia Bautista, que plantea un punto de vista del desamor desde la perspectiva femenil. Utilizando versos endecasílabos tradicionales y el recuerdo de la fábula de «La zorra y las uvas» atribuida a Esopo y recreada por Samaniego, la autora presenta una zorra (ojo con la ambivalencia de la palabra…) que cuenta su situación de desamor, de reproche frente al amante que no llega ni a la altura de las uvas. Tremendo afeamiento que, además, se ve complicado con un elemento nuevo que no aparece en la fábula: hay otras uvas que puede escoger: Otros hombres me rondan como locos / y es buen momento para la locura.


La zorra y las uvas

No me interesa ya quererte tanto,
han dejado hace tiempo de gustarme
tus besos, tus caricias y tu voz,
ya no tiene sentido nuestra historia.
Otros hombres me rondan como locos
y es buen momento para la locura.
Tus manos nunca han sido, tú lo sabes,
suaves como las uvas, y ya es hora
de que una zorra pueda despreciarte
. 2En Tres deseos. Amalia Bautista. Ed. Renacimiento. Sevilla, 2006.

Amalia Bautista


© José Luís Pérez Fuente

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