Amor y poesía (III): Amor declarado
El sentimiento amoroso, como hemos visto en el anterior artículo, cambia constantemente, es imprevisible y no sigue los caminos de la lógica, por lo que en ocasiones es absurdo, ñoño, insensato, contradictorio y, casi siempre, sublime. Propongo para deleite de los lectores dos poemas excelsos que son toda una declaración de amor, desde dos estilos totalmente distintos, pero complementarios.
El primero es la Rima XXIII de Gustavo Adolfo Bécquer; un texto conocidísimo, cargado de espíritu romántico (en el sentido literario) y de ánimo exaltado, que se refleja en los dos primeros versos, con amplificaciones exageradas (hipérboles), es decir, lo que el yo poético ofrece a cambio de una mirada o una sonrisa. Se trata de una sencilla copla cargada de recursos literarios donde se repiten sonidos en el primer verso –n y m– (aliteración) y palabras al inicio de verso (anáfora) para reforzar el reto apasionado que se plantea en veintidós palabras.
Rima XXIII
Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo,
por un beso… ¡yo no sé
qué te diera por un beso! 1En La rosa de los vientos. Antología poética. Juan Ramón Torregrosa. Ed. Vicens Vives. Madrid, 2003.
Gustavo Adolfo Bécquer
El siguiente texto es un poema de Luis Alberto de Cuenca, un moderno monólogo que, con diecisiete solemnes endecasílabos, trata de expresar el amor incondicional de la voz poética a su amada. Todo un símbolo de naturalidad y carácter espontáneo que inmortaliza el quehacer diario de unos enamorados. Este poema se lee, en ocasiones, en la celebración de bodas, como categórica declaración de amor.
El desayuno
Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno». 2En La rosa de los vientos. Antología poética. Juan Ramón Torregrosa. Ed. Vicens Vives. Madrid, 2003.
Luis Alberto de Cuenca
Si desea consultar los anteriores capítulos de Amor y poesía, puede leerlos en los siguientes enlaces:
– Amor y poesía (I): Introducción
– Amor y poesía (II): Amor paradójico