Amparo Bayarón Miguel
Zamora vio nacer a Amparo Barayón Miguel el 8 de mayo de 1904. Su nacimiento tuvo lugar en el seno de una familia de clase media en la que era muy habitual hablar de política progresista. Muy aficionada a la música desde muy pequeña, Amparo culminó su carrera y comenzó a impartir clases particulares de piano. Poco después, tuvo la oportunidad de dar varios recitales, como por ejemplo el que celebró en el Nuevo Teatro de Zamora en 1922, cuando contaba con dieciocho años. Su vida artística continuó siendo muy activa, llegando a ser cofundadora de la Sociedad Filarmónica en 1930. Pero no solo dedicó sus esfuerzos a la música, su vena artística le llevó, también, a colaborar en la revista “Juventud” y a formar parte de la comisión que promovió la creación del Ateneo de Zamora, incluso a escribir varios artículos y críticas teatrales para “El Mercantil” y el “Heraldo de Zamora”, bajo el pseudónimo de Miguelina Ascona.

Pero el arte, como muchos saben y otros han sufrido, no proporciona los medios suficientes para poder ganarse la vida. Así que, Amparo se presentó a las oposiciones en Telefónica, que aprobó. Se le asignó el puesto de comercial de ventas en Zamora, pero, en 1930, obtuvo un destino en Telefónica de Madrid.
Desde entonces, su inquietud social le inclinó a una intensa participación sindical que le llevó, finalmente, a afiliarse a la CNT. Estas actividades y su participación en la huelga de la Telefónica de 1931, fueron las causas de que la despidieran de su trabajo. No tuvo más remedio, como medio de sobrevivir, que volver a dar clase particulares de piano e, incluso, a aceptar trabajos de mecanografía.
Y entre conciertos y conferencias del Ateneo, tertulias literarias de los cafés y ayudas en organizaciones anarquistas conoció al que acabaría siendo su esposo, Ramón J. Sender.
Entretanto, Ramón J. Sender ya se había convertido en un escritor de alta estima, especialmente cuando se le concedió en 1935 el Premio Nacional de Literatura por “Míster Witt en el cantón”.

En julio de 1936, la pareja se encontraba en San Rafael, en la Sierra de Guadarrama, cuando tuvieron noticia del levantamiento militar. Tomaron la decisión de que Amparo se trasladase a Zamora con sus dos hijos, donde “nunca pasa nada”, como dijo Sender, mientras que él se marchaba a Madrid para colaborar con las fuerzas de la República.
Apresamiento
Nada más llegar a Zamora, Amparo supo que sus hermanos Saturnino y Antonio habían sido detenidos y encerrados en la cárcel de Toro.
Ella misma es detenida el 3 de agosto, aunque fue puesta en libertad al día siguiente.
Quince días después, el 18 de agosto, Amparo se persona en las dependencias del Gobierno Civil, y manifiesta airadamente su desacuerdo con la decisión del gobernador, Raimundo Hernández Comes, de trasladar a su hermano Antonio de la cárcel Toro a la de Zamora con órdenes de ejecución extrajudicial. Ese episodio tendría consecuencias funestas para Amparo, pues, ese mismo día, por orden del Gobernador increpado, es detenida y, finalmente, encarcelada al día siguiente en la prisión de Zamora, junto con su hija Andrea.
Mientras estaba en la cárcel, y sin que Amparo supiera nada, asesinaron a su hermano Antonio el 28 de agosto. Y el 18 de septiembre, fue también asesinado su otro hermano Saturnino, que como consta en el expediente, fue “entregado a la fuerza pública”, junto a otros veintisiete detenidos. La razón oficial era llevarlos a Zamora, pero, la realidad es que se trataba de una conducción a la muerte, orquestada y dirigida por miembros de la Falange, de la Guardia Civil y de la Guardia de Asalto. Los trasladaron al despoblado de Tejadillo, y en el kilómetro 37 de la carretera de Tordesillas a Zamora, fueron fusilados, cuando el reloj marcaba las 11 de la noche.
Cuando llevaban dos meses encarceladas, la despojaron de su hija Andrea, quien fue trasladada al hospicio.
Por entonces se enteró de que había sido denunciada por Miguel Sevilla Cabrero, esposo de su hermana Casimira. Un hombre, militante tradicionalista que había sido candidato de la derecha católica en las elecciones municipales de 1931. Fue cuando Amparo escribió la siguiente carta de despedida para su marido, Ramón J. Sender:
No perdones a mis asesinos que me han robado a Andreina, ni a Miguel Sevilla que es culpable de haberme denunciado. No lo siento por mí, porque muero por ti. Pero ¿qué será de los niños? Ahora son tuyos. Siempre te querré.
Amparo Barayón
El asesinato
Al día siguiente, el 11 de octubre de 1936, Amparo, en compañía de otras dos mujeres, Juliana Luis García y Antonia Blanco Luis, fueron puestas a disposición de unos falangistas dirigidos por Martín Mariscal, quien las transportaron hasta la tapia del cementerio de Zamora.
Cuando llegaron fueron fusiladas sin el más mínimo preámbulo.
Como parecía que no tenían bastante con haber asesinado de la forma más vil a los tres hermanos, más tarde, fueron víctimas de tres expedientes de incautación de bienes, siendo acusada Amparo de espía.
Respecto a los niños Ramón y Andrea, que permanecían en la zona rebelde, fueron recuperados por su padre, Ramón J. Sender, gracias a la intermediación de la Cruz Roja Internacional, en la primavera de 1938.
Pocos años más tarde, los restos de Amparo fueron recuperados de la fosa común y depositados en el panteón de la familia de su hermana Magdalena.

Los restos de sus hermanos Antonio y Saturnino permanecen aún en paradero desconocido.