Belleza compartida

No hay nada más triste que un niño ciego ante un cerezo en flor.

Las flores se desprenden hacia el suelo para rozarle la piel.

Después, el niño se va feliz de la mano de su madre.

El cerezo se duerme cansado en una alfombra de flores.

Dos cipreses lo velan durante la noche con sus lanzas verdes.

¡Honor al bello cerezo desnudo! que se deshizo de su primavera para darle al niño un suspiro.

Cuando la belleza se regala, nunca, nunca se pierde.


© Felipe Espílez Murciano
Imagen de Felipe Espílez Murciano. Osaka, Japón.

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