Cádiz

Cuando era pequeño cerraba muy fuerte los ojos y cuando los abría el aire tenía color
Cuando era pequeño me decían que bajo esta ciudad había otra. Imaginada que por algún lugar misterioso se accedía a una gigantesca cúpula que se perdía en el horizonte y bajo ella una civilización elegida vivía, una suerte de Shangri-la, un secreto bien guardado al que Manuel de Falla le puso música. Por esa única puerta, si es que era única, de vez en cuando sus habitantes salían para ver el color del aire, el cielo infinito, el azul celeste limpio y transparente, siempre infinito. Seguro que alguna vez, sin saberlo, me crucé con alguno.

Cuando era pequeño cerraba muy fuerte los ojos y cuando los abría el aire tenía color, y sobre todo algunas mañanas de paseo por el parque Genovés, inmenso, una selva domada, laberinto misterioso, jardín arcano, una aventura africana cuyo plano no podía entender como mis padres retenían.
Cuando era pequeño cerraba muy fuerte los ojos y después dolía la claridad infinita del cielo más hermoso del mundo.
Texto e imágenes © Emilio Poussa