Cambios

La oruga se detiene en el vértice de dos pequeñas ramas. Se queda allí algunos días, completamente inmóvil y apenas sujeta por un fino hilo de seda. Una mañana su cuerpo se agita hasta que la piel se resquebraja. La crisálida es blanca, casi transparente, pero al cabo de un tiempo termina por endurecerse y adquirir un delicado tono verde con estrías doradas. Dentro los tejidos se disuelven, los órganos se reacomodan y las extremidades se transforman. Solo puedo imaginarlo al ver cómo, a veces, la crisálida se agita. Intento anticipar el aspecto de la nueva mariposa, pero, sobre todo, el color y la forma de sus alas. Escucho pasos que se acercan al tiempo que la crisálida se rompe. La mariposa surge con dificultad y avanza penosamente hacia el borde de una hoja. Son varios hombres los que se acercan. Se cubren la nariz con las palmas de las manos. Lleva aquí por lo menos tres semanas, dice uno de ellos. Yo no les presto atención. Sigo viendo a la mariposa. Sus alas ya se han endurecido y las mueve frenéticamente. Quiero pensar que lo mismo me sucede a mí.  Que solo sigo inmóvil porque muy pronto yo también podré volar.


© Kalton Bruhl
Imagen de Jondolar Schnurr en Pixabay 

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