Camille

A Camille Claudel

Soñabas Camille,

con un amor que te elevara,
que te llevará más allá 
de lo real y lo absoluto.

Y como humilde violeta
que asume su destino,
generosa.

Te inmolaste sin preguntas,
o acaso te hacías demasiadas.

El artista que recreó tu éxtasis,
cincelo a su vez con su escoplo,
tu desgracia.

Y tú, desventurada,
solo le exiges fidelidad al amado.

Que te teme.
Le incómodas.
Se repliega.

Rota tu juventud.
Escultura trágica.

Lo tuyo es mucho más
que una conducta extraña.

Acabarás tus días entre
muros blancos.

Acolchados al sonido y
a la vida.

Penoso castigo que mal 
se escondía,
bajo el pretexto de tu sanación.

Tu garganta seca,
a veces murmura,
a veces aúlla.

El nombre del hombre
que te destruyó.

Ni «El pensador» ni «El beso»
le eximen de culpa.

Artista genial y pérfido amante.

La sombra de Augusto,
velará tu fin.

© Rosario de la Cueva

Ilustración: Camille Claudel y Jessie Lipscomb en el taller de Rodin, ca. 1899

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