Camino a casa
He comprado una docena de rosas amarillas. La encargada las ata con una cinta verde. No. No deseo una tarjeta. Prefiero improvisar. El tráfico está más pesado que de costumbre. En la radio del auto suena nuestra canción. Sonrío. En realidad, es mi canción. La escogí la tarde en que te conocí. Esa noche me tiré sobre la cama, ansioso por recordarte. Memoricé cada gesto, cada movimiento y no me resultó tan difícil que fuera mi rostro el que se reflejó en tus ojos cuando sonreíste e hiciste para atrás un mechón de tu pelo. Las canciones se suceden. Cada una encierra una historia. Es el mejor momento del día, cuando no puedo diferenciar los sueños de los recuerdos. Estaciono el auto y entro a la casa. Dejo las flores sobre la mesa y hago un esfuerzo por ocultar mi tristeza al pensar que cuando apriete tu cuello y tu terror y mi placer se entremezclen en el aire, ni siquiera sabrás cuál es mi nombre.