Cecilia

El día en que nací, mi madre decidió llamarme Cecilia. Era el nombre de una compañera de colegio a quien consideraba una persona muy amorosa. Nunca pensó que Santa Cecilia, como patrona de la música, tendría una fuerte influencia en mi vida. Desde muy pequeña sentí una gran atracción por todo lo relacionado con la música: baile, instrumentos musicales, canto…

Desde mi niñez bailaba con cualquier tipo de melodía que sonara en el ambiente. Tenía un sentido del ritmo que llamaba la atención de quienes me observaban. Yo me dejaba llevar por la música, así los movimientos de mi cuerpo eran sincrónicos; desde sutiles y volátiles con la música clásica, a vigorosos y expresivos con la música moderna (rock, twist).

 Hasta el día de hoy con solo escuchar música mis manos y mis pies comienzan a llevar el ritmo. Me siento muy identificada con la canción “Estoy hecho un demonio” de Los Náufragos que dice así:

Llevo (sí, sí señor) el ritmo en la piel (lo puedes ver)
Bailando soy (dicen que soy) el rey de la noche

En mi adolescencia, cierto día caminaba yo por el centro de Santiago y comenzó la ceremonia del Cambio de Guardia de Carabineros (policías) que custodian el Palacio de La Moneda (sede del gobierno chileno). Es un espectáculo que atrae a gran cantidad de turistas y público. Yo lo había visto en innumerables ocasiones y ese día no me detuve a observarlo porque llevaba mucha prisa. Pero de pronto ¡la música del Orfeón Nacional de Carabineros me envolvió y estimuló mi sentido del ritmo! Desfilé al son de la marcha y me transformé en un espectáculo diferente, gracioso ¡y muy aplaudido!

En las fiestas, tengo la energía suficiente para bailar toda la noche, y gracias a excelentes compañeros de baile aprendí los diferentes géneros: el tango con mi padre, el rock and roll con Mario Bertiboni, y el pop con Enrique, entre otros.   

Sin embargo, los instrumentos musicales, piano y guitarra, no lograron el dominio que hubiese querido. No disponía del tiempo suficiente para las prácticas requeridas ni buen oído para detectar errores en el piano o para afinar la guitarra.

Mi abuelita Margarita me hacía practicar las tediosas escalas del pianista virtuoso. Yo era más feliz interpretando melodías populares como “La Polka de los perros”, “Blue Moon” o “Do Re Mi Fa” de la Novicia Rebelde (“Sonrisa y lágrimas”, en España).

Para al canto tengo un tipo de voz grave que corresponde a contralto, registro poco común, que me hace sentir más cómoda cuando canto con hombres, pues con las mujeres suelo desafinar.                        

Mi excelente memoria para retener la letra de las canciones que escucho me permite cantar todo tipo de melodías en español, inglés, italiano, portugués y francés, no solo bajo la ducha, sino que cada vez que siento su sonido en el ambiente. (Pese a la tenaz oposición de mi esposo)

El jazz es un género musical que conocí a temprana edad a través de la película “The Five Pennies” (“Las cinco monedas” en Latinoamérica, “Tu mano en la mía” en España) basada en la vida del famoso trompetista Red Nichols quien formó una banda de jazz en los años 20.  Contaba con la actuación de otros famosos músicos con diversos estilos de jazz (dixieland, hot jazz y swing) como Bob Crosby y Louis Amstrong cuyas interpretaciones de “When the Saints go marching in” (Cuando los santos marchan) me cautivaron y me permitieron valorar esta música.

En mi obra “El embrujo del jazz” plasmé las sensaciones que me provoca ese ambiente bohemio que se vive en los conciertos de jazz.

Cecilia Byrne. El embrujo del Jazz.
 Óleo sobre tela, 50 x 50 (2022)
Cecilia Byrne. El embrujo del Jazz.
 Óleo sobre tela, 50 x 50 (2022)

Cuando me trasladé a vivir en la región de Valparaíso, volví a encontrarme con este estilo musical. Existía el Club de Jazz con eventos que me permitieron gozar del sonido energizante que emana del contrabajo, piano, saxofón, batería y flauta traversa.

Valparaíso ha sido conocida como “Valle del Paraíso” y “La joya del Pacífico”. También es llamado curiosamente “Pancho”, por los marinos y navegantes, debido a que antiguamente eran guiados por la luz de la torre de la iglesia de San Francisco que iluminaba toda la bahía.

Como puerto siempre se ha caracterizado por tener lugares de diversión como bares, boites y “conventillos” o burdeles, para los marineros que llegaban (o llegan aún) en busca de relajo, de comidas que incluyan mariscos afrodisíacos y bebidas alcohólicas sin restricciones…

Las vivencias experimentadas en la variada e intensa vida nocturna porteña me inspiraron para pintar mi obra “La bohemia invade Valparaíso”

Cecilia Byrne. La bohemia invade Valparaíso.
Óleo sobre tela, 100 x 80, 2021
Cecilia Byrne. La bohemia invade Valparaíso.
Óleo sobre tela, 100 x 80, 2021

La bohemia concebida como tertulias para analizar temas culturales, políticos y filosóficos que se realizaban en lugares acogedores como un bar, un salón o un restaurante.

Tanto de día como de noche, te invita a recorrer sus escondites.  En cada esquina de los sectores emblemáticos hay algún evento digno de visitar: un club de jazz, una “peña” folklórica, boliches con luces tenues donde se comparte un “copete” mientras en el escenario una banda, un cantautor o parejas de bailarines  te regocijan con las cuecas bravas, el tango arrabalero o lo que prefieran los comensales.

Es una ciudad pintoresca, muy colorida y llena de vida. Ha sido la inspiración de poetas, músicos y artistas plásticos. Uno de sus principales admiradores fue Pablo Neruda, nuestro premio Nobel de Literatura 1971, cuya casa “La Sebastiana” es visitada por miles de turistas. En su obra se refleja su amor por este lugar.

En su obra Canto General lo describe así:

Amo, Valparaíso, cuanto encierras,
y cuanto irradias, novia del océano,
hasta más lejos de tu nimbo sordo.
Amo la luz violeta con que acudes
al marinero en la noche del mar,
y entonces eres -rosa de azahares-
luminosa y desnuda, fuego y niebla.
Que nadie venga con un martillo turbio
a golpear lo que amo, a defenderte:
nadie sino mi ser por tus secretos:
nadie sino mi voz por tus abiertas
hileras de rocío, por tus escalones
en donde la maternidad salobre
del mar te besa, nadie sino mis labios
en tu corona fría de sirena,
elevada en el aire de la altura,
oceánico amor, Valparaíso.


Texto e imágenes © Cecilia Byrne

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