Cinco años y un día: Primer año
Esto no es Alcatraz, amor, pero se le parece; estamos atados a morir, nudo ciego, ovillo enmarañado, aire que exhalo y que aspiras sediento entre las paredes húmedas de tu prisión. Vendrás, encontrarás la manera de engañar al cancerbero de turno, llegarás a gatas si es preciso, lamiendo los pasillos, sintiéndome, loba en celo entre los altos barrotes de nuestra complicidad. Alguien mira desde afuera, camina en zig-zag su propia sombra. Disimulo, me alejo de la escuálida ventana con cierto temor. ¿Y si no vienes?, ¿si no vienes jamás?, o ¿alguien descifra aquello que murmuramos bajo las sábanas?
El enrejado de hierro parece siempre infranqueable, lo observo y me preocupa una posible fuga. No lo hubiese querido, tú tampoco, lo sé, pero hay delincuentes afuera y estamos nosotros ajenos a los ajenos que tanto nos conocen porque actúan del mismo modo y con la misma pasión. La pasión que te obliga a traspasar las barreras y encontrarme en secreto por enésima vez: tus pupilas brincan mi cuerpo jugando a las escondidas, reímos, nos deslizamos anguilas silenciosas, por las mismas paredes hasta el mismo rincón, así olvidamos el mundo que ayer nos olvidó.
Ven, siénteme tuya, gato de mil tejados resbalosos, experto domador de fieras, campeón de salto alto y tantas cosas que es preferible reír en atadura a respirar los vientos de la libertad.
Continuará…