Covid positivo
Hace sólo cinco días supe de tu partida. Tenías esa manía de marcharte sin aviso, caminabas en puntillas del dormitorio al pasillo, del pasillo a la calle y de la calle al olvido. Por eso cuando me contaron lo del Covid 19 apenas podía creerlo; era tanta la fuerza de tu temperamento, que hasta llegué a pensar que tenías vida eterna.
Hoy he pasado la tarde observando desde el balcón las siluetas que se mueven a lo lejos, sabiendo que muchos respiran al ritmo de la pandemia, mientras otros aguardan la llegada de la carroza. Yo, en medio de noticieros y una que otra lectura, revivo tu bella sonrisa amigo de toda una vida. Suerte que no puedas verme desgreñada y canosa, esperando el reporte de la autoridad sanitaria que cuadra artísticamente las cifras de recuperados, mientras aumentan las muertes y las camas de intensivos. Hoy se ha hecho obligatorio el uso de mascarillas en los espacios públicos. Dado los altos precios y la falta de stock en las farmacias de turno, se imparten instrucciones en televisión abierta, para convertir ropa vieja en un práctico tapabocas. El no utilizar este implemento será sancionado con una multa de hasta dos millones de pesos. Porque verás amigo, hay que seguir la norma y todos tenemos en casa un trapo o calcetín viejos y de no tenerlos quizá, no mereces llamarte humano, como te decía en broma la última de tus mujeres. Ella llamó esta mañana evidentemente angustiada, por no haberte despedido como hubiera querido, que moriste en tu ley, dijo; nadie pudo cambiar tu estilo de vida. Jamás debiste hacer fiesta en plena cuarentena, pues luego de la neumonía nunca te recuperaste y ella tuvo que lidiar con la funa de los vecinos que le pidieron marcharse por ser Covit positivo. Y aunque su caso fue sólo algo de tos y faringitis, ahora siente que tu amor en el fondo era una farsa, y de no ser por el virus jamás se habría enterado.
Texto © Roxana Heise