Crepúsculo conmovido de silencio
Qué ojeras tiene la tarde de entregarse tanto a la belleza y cómo se rinde a la noche en ese silencio de miradas y cerezas.
Una mujer en la ventana acumula atardeceres en su pelo y un frío de ángel en su piel. En sus pupilas cabe todo el cielo.
Que temblor de tarde y de silencios, ella mueve los lirios de sus manos y el mundo y el tiempo se mueven en un suspiro de recuerdos y de nardos.
No cierres la ventana
deja ver morir a ese hilo de luz
que no se mueva la tarde,
el aire se vuelve azul.
Texto e imagen © Felipe Espílez Murciano