Del miedo de Carmen Nöel

Ruidos y silencios de la noche,
jinetes de la sombra
cuyos rostros llevan máscaras de sueño,
cuyos brazos portan llamas de locura
y en cuyos labios arde un mensaje
que ha de volver a entregarse,
como una palabra prohibida,
a la noche.
De ella sois y a ella volvéis.
En ella vive el reino de la rosa triste.
En ella está el diamante de la lágrima.
Por ella se descuelga la luna de su centro,
y aumentan como un grito los iris de las hadas.
De noche los murciélagos,
sobre castillos lúgubres,
atisban cuellos blancos
donde arderá la sangre.
Y entre tormentas tétricas,
confusos rostros pálidos
verán cortar su alma
a la llama de un relámpago.
De noche todo arde y se evapora.
La orquídea negra se abre
y se la traga un grito.
El grito oscuro y prolongado de la noche.
En él, la sombra negra
cabalga solitaria en un interminable viaje hacia el abismo.
En él la luna danza sobre las montañas,
su medio cuerpo roto se cuelga del crepúsculo.
En él, se imaginó la hoguera.
En él, surgió de pronto un laberinto.
En él, un ángel deshecho y asustado
guardó en su vientre oscuro el soplo de una lágrima.
En el grito ardientemente prolongado de la noche.


Aquel por el que aumenta el universo,
aquel por el que lloran los cristales,
aquel por el que gritan la lluvia y el mar,
por el que todos los sonidos se realzan,
aquel por el que el cuerno del silencio
quema y quema por las venas
hasta el infinito.
El grito eternizado
donde reina el hombre con su esencia viva y que ahora,
asesino de tinieblas,
ha dejado morir, como su voz,
como su pálpito,
como al jinete que perseguía a la sombra
en su interminable viaje,
obsesivo,
hacia la plenitud del alma.


© Carmen Nöel
Imagen de Joe en Pixabay

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