Desde el seno de la oscuridad de Carmen Nöel

Aquel rayo herido de luna que cruza en un beso la noche
como una saeta de luz, entrega su carga
al oscuro entramado que lo rodea y define.
Al calor de gestación de su contacto,
la rosa blanca se abre junto a la orquídea negra.
De cada trazo de luz, cada forma,
cada minúsculo grano sobre la arena del tiempo,
un fino matiz se enfrenta a la otra parte del mundo.
Fantasmas que pululan por la mente
disfrazan sus esencias con nombres y apellidos.
Mandrágora de amor,
violeta tibia,
un enorme corazón de viento seco sobre alguna espada.
Nada se esconde del beso de la orquídea negra.
La mariposa gigante
exhibe la oscura amenaza perpetua de sus negras alas.
¿De quién es dueño el tiempo?
Hay en la noche un quejido por el que el mar no cesa.
Una titánica lucha sostiene su existencia y la deshace.
Hay hilos que se pierden a madejas,
como sueños,
¿Dónde dejaste morir aquella perla negra de tus ojos como brasas?
Queda un lejano matiz de su sombra tras la cerrada ventana invernal
mirando la fuga continua del viento hacia los abismos.
No dejarán de azotar las campanas sus fustigantes sonidos de percusión,
disfrazados.
Las máscaras esconden rostros viejos.
Aquellos que visitan nuestras camas.
Los mismos cuyos virus nos infectan.
Los mismos cuyas larvas nos devoran.
Los mismos en cuya sangre avanzamos,
tras cuya piel escondemos una caricia de luna,
un beso rojo,
eternamente en lucha contra todo,
desde el seno de la ardiente y prolongada oscuridad.

Hay noches en que el grito del mar está dentro.
Los ojos han partido sus pupilas.


© Carmen Nöel
Imagen de Joe en Pixabay 

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