Desvelando Santiago de Chile. Una ciudad llena de encantos
El año 1541 Pedro de Valdivia fundó la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo en el Valle del Mapocho, muy cerca de la Cordillera de los Andes, a los pies del cerro Huelén que rebautizó como Santa Lucía. Allí existía un asentamiento incásico donde prosperaban la agricultura y la minería, de fácil defensa por los cerros que lo rodeaban.
Estas características le permitieron constituirse como la capital y con los años llegó a ser, un gran atractivo para los habitantes, tanto del resto del país como de tierras lejanas. Fue reconocida por su gran actividad económica, su desarrollo cultural e intelectual, la vida bohemia en bares, restaurantes y cafés, y sobre todo, por la calidez y solidaridad de los chilenos. Hasta hoy, turistas y migrantes cantan el coro de una hermosa tonada de nombre “Si vas para Chile” que dice:
“…Campesinos y gente del pueblo
te saldrán al encuentro, viajero
y verás como quieren en Chile
al amigo cuando es forastero”.
Las intensas migraciones hacia Santiago, tanto internas: campesinos y mineros, como extranjeras: europeos, palestinos y sudamericanos, produjo un acelerado poblamiento de la ciudad y una urbanización horizontal que se expandió hasta los faldeos de los cerros cordilleranos.
Yo nací en esta ciudad y viví en la comuna de Las Condes, a los pies de la Cordillera de los Andes. En esos tiempos era necesario tomar dos locomociones colectivas para llegar a mi casa. Ambos terminales estaban ubicados en lugares estratégicos para que los pasajeros soportásemos mejor la espera de hasta 30 minutos: en un terminal estaba el salón de té Tavelli donde mi papá me compraba helado de frutilla o de chocolate, y en el otro, un moderno restaurante. ¡Yo cruzaba los dedos para que la espera fuese larga para comer ahí el más apetitoso emparedado con una coca cola!
Septiembre era y es uno de mis meses favoritos: el día 18 de septiembre se conmemora en Chile el Día de la Independencia, y el 19, el Día de las Glorias del Ejército. Son las Fiestas Patrias y todo es jolgorio: Vacaciones para los estudiantes y feriados para los trabajadores: hay que celebrar en grande: disfrutar de la gran actividad circense; grandes circos en todas las ciudades, y lo mejor de todo: las “fondas” y “ramadas” – recintos especialmente preparados o improvisados, adornados con ramas de palmera, eucalipto o aromo y engalanados con banderitas y guirnaldas tricolores, donde el pueblo va a bailar la “cueca” (nuestro baile nacional) y todo ritmo que se escuche; a comer cosas ricas y tradicionales y a beber los mejores vinos (famosos en todo el mundo), la chicha de uva y el famoso y delicioso “terremoto”, bautizado así porque los licores que contiene (además de helado y granadina) provocan que, a quien lo toma ¡se le mueva mucho el piso!
En mi caso, solía aprovechar el feriado para salir a recorrer algún lugar lejano.
El año 2010, para celebrar el Bicentenario de Chile se realizaron varias obras: transformación de la Plaza de la Ciudadanía con una bella fuente de agua, instalación de la Bandera del Bicentenario, de 27 metros de largo por 18 de ancho en un mástil de 75 metros de altura, y la remodelación del Paseo Bulnes con restaurantes y un escenario destinado a actividades culturales como obras de teatro, bailes, musicales, etc.

En mi obra “Una imagen vibrante de la capital chilena” quise destacar el Palacio de La Moneda, que fue construido en 1743 para la impresión de billetes y acuñación de monedas que circulaban en nuestro país. Como era demasiado fastuoso, muy pronto pasó a ser la Sede del Gobierno y residencia de los presidentes.
La avenida Libertador Bernardo O´Higgins, conocida como “la Alameda”, es la principal arteria terrestre de Santiago, que corre paralela al río Mapocho. Sus aceras albergan importantes edificios públicos como: la Biblioteca Nacional, las universidades: -de Chile, Católica, de Santiago y Mayor-, iglesias: de San Francisco, de la Gratitud Nacional y Sagrados Corazones, entre otros. Finaliza su recorrido en la emblemática plaza Baquedano conocida como plaza Italia que ha sido centro de reunión para celebraciones deportivas y manifestaciones tanto políticas como culturales.
En mi adolescencia participé en una marcha estudiantil. Era muy miedosa y busqué entre la multitud hasta encontrar un hombre muy alto y fornido que me sirviese de guardaespaldas y me ubiqué a su lado. Poco antes de la finalización del recorrido, corrí a guarecerme en mi casa de estudios, la Pontificia Universidad Católica de Chile. Nunca lo confesé a mis padres. ¡Fue mi mayor muestra de rebeldía!
Santiago tiene muchos encantos. En primer lugar, sus céntricos cerros Santa Lucía y San Cristóbal. El cerro Santa Lucía ostenta una hermosa fuente de agua, un jardín japonés, un famoso centro de eventos: Castillo Hidalgo, -un mirador y un paseo peatonal en medio de hermosas palmas chilenas- tradicionalmente, desde el cerro se marcaba el mediodía con fuerte un cañonazo que a partir del 28 de febrero 2010 -año del Bicentenario- fue reemplazado por un repique de campanas.
El cerro San Cristóbal alberga el zoológico nacional, y en su cumbre, el santuario de la Inmaculada Concepción, cuya gran estatua es visible en gran parte de la ciudad. Para acceder a estos dos lugares se cuenta con un funicular y un moderno teleférico.
Durante la noche en estos cerros no se realizan actividades para dar paso a otro tipo de recreaciones que quise plasmar en mi obra “Santiago bajo un manto estrellado”.

En mi juventud la vida nocturna en Santiago era bastante limitada, solíamos ir a bailar a” Las brujas”, al “Moustache” o al “Lo Curro”, a comer un sándwich a la Fuente Alemana, al Kika, al Lomitón, o pizzas, a la famosa Panquequería 8 ½.
En la actualidad la vida nocturna es vibrante y diversa, para todos los gustos y preferencias; barrios bohemios, gastronomía, espectáculos musicales y artísticos, clubes nocturnos, pubs, etc.
Existen algunos barrios bohemios como Bellavista y Lastarria, con calles adoquinadas que cobran vida con las luces parpadeantes y la música que fluye por doquier. En ellos existe una gran oferta gastronómica, desde gourmet internacional a puestos callejeros, bares, cafés, discotecas y mucha artesanía.
En la plaza Italia plasmé una celebración del club deportivo de la Universidad de Chile después de una victoria. Los hinchas se reúnen ahí para manifestar su alegría con bailes y cantos, especialmente su himno, consignas y loas a los jugadores destacados, mientras ondean sus banderas y lucen orgullosos las camisetas de su equipo.
La fachada de La Moneda iluminada es el escenario perfecto para apreciar los juegos de agua. Los turistas disfrutan el espectáculo y después pueden atravesar al paseo Bulnes a cenar en uno de sus restaurantes, ver alguna presentación artística, teatro o música en vivo, o simplemente pasear y admirar su bello entorno.
¡Santiago es la ciudad más vibrante del país!
©Texto e imágenes: Cecilia Byrne