Día de Los Difuntos

Cada 1 de noviembre los adultos de mi familia visitaban el cementerio para llevar flores a sus ancestros.  Los niños y jóvenes estábamos eximidos de esa tradición aludiendo a que no habíamos tenido lazos afectivos con esos deudos o éramos muy inmaduros para comprender el significado de esa costumbre tan arraigada en la familia.

Al morir mi madre, por ser la única heredera, me sentí obligada a continuar con esa costumbre. Como nunca la había acompañado en sus visitas al cementerio, me resultó difícil encontrar donde descansaban los restos de mis antecesores. Tuve que revisar los libros de registros sepulcrales y calcular la posible fecha del entierro, basada en la data de defunción de mis familiares más cercanos, mis abuelos.

Debo reconocer que una vez obtenida la información sobre su ubicación sentí angustia al comenzar mi recorrido por el Cementerio General de Santiago. Consideraba que los cementerios eran lugares tétricos y escalofriantes donde abundan las historias de fantasmas, mitos y leyendas. Nunca he podido entender que existan tours nocturnos para experimentar situaciones extremas que favorecen la liberación de adrenalina.

Años después visité el cementerio de la Recoleta en Buenos Aires, Argentina. Considerado un atractivo turístico por sus imponentes mausoleos, muchos declarados Monumento Histórico Nacional, donde descansan grandes personalidades políticas como los presidentes Sarmiento y Alfonsín, Evita Perón, entre otros. Se cuentan varias historias trágicas y leyendas que utilizan los guías turísticos para hacer más fascinante su recorrido.

En mis viajes por el mundo he conocido muchos cementerios que han dejado una huella profunda y me han permitido valorar la carga simbólica y espiritual que encierran.

En Oulú, Finlandia, visité con mi amiga Ella el cementerio donde descansan sus ancestros. Lo primero que llamó mi atención fueron sus lápidas negras adornadas con flores rojas sobre un césped verde bien cuidado y adornadas con flores rojas.  Enormes pinos protegían el lugar e impregnaban todo el ambiente con su aroma, provocando en mí una sensación de inmensa paz. Allí, el ritual más importante se realiza el 24 de diciembre antes de la cena navideña. La familia asiste a visitar a sus deudos, en sus lápidas encienden velas en sus lápidas, cuyas llamitas se reflejan en la nieve, mientras rezan por sus almas. En su recorrido de vuelta a casa, para compartir la cena familiar, van cantando villancicos.

Años después conocí el Cementerio Municipal de Punta Arenas (la ciudad más austral del mundo, al sur de Chile) elegido por la cadena CNN dentro de los 10 cementerios más lindos del mundo. Se destaca por sus majestuosos mausoleos y avenidas de cipreses tan bien ornamentados que de noche parecen figuras fantasmales las que, según los lugareños, serían los guardianes de las tumbas del fin del mundo.

El maravilloso espectáculo que ofrece este cementerio chileno, me inspiró a pintar el siguiente cuadro: “La visita al cementerio de Punta Arenas en el Día de Difuntos”, porque en ese lugar abunda el mármol blanco bajo una vegetación siempre verde por sus coníferas y cipreses. Sus senderos muy bien cuidados albergan apasionantes historias de los habitantes de la zona más austral del país.

Cecilia Byrne. “La visita al cementerio de Punta Arenas en el Día de los Difuntos”, óleo sobre tela, 50 x 60 (2022)
Cecilia Byrne. “La visita al cementerio de Punta Arenas en el Día de los Difuntos”, óleo sobre tela, 50 x 60 (2022)

Este camposanto fue donado a la ciudad de Punta Arenas por Sara Braun, la primera mujer empresaria y benefactora de esa austral Región de Magallanes. Puso como condición que ella sería la única persona que, una vez fallecida, pasaría por la puerta principal. Aunque falleció en Viña del Mar, el 22 de abril de 1955, sus restos se trasladaron a Punta Arenas donde se cumplió con esta cláusula, ingresando por esa puerta que se cerró para siempre.  La entrada al cementerio se hace por una puerta lateral.

En Chile existen otros cementerios peculiares que se han transformado en atracción turística:

En Osorno se encuentra el cementerio de Forrahue (lugar de osamentas), de la Comunidad Indígena Mapuche Huilliche. Fue declarado Monumento Nacional el 2014.  Todas sus tumbas están orientadas hacia puelmapu o “tierra del este”, para que el alma pueda caminar en dirección correcta a ka mapu o “la otra tierra”.

En Talcahuano existe el Cementerio Simbólico de las Cruces. Allí hay cientos de tumbas, orientadas al mar, que no albergan cuerpos: se construyó para recordar a los pescadores desaparecidos durante sus faenas en alta mar y cuyos cuerpos no pudieron ser rescatados.

En Caleta Tortel está el camposanto La Isla de los Muertos En ese lugar se encuentran 33 cruces de madera, cubiertas de moho. Fue declarado Monumento Nacional y es uno de los atractivos turísticos de la región.

En la comuna de Puente Alto, en Santiago de Chile se ubica el Cementerio Ruso, único en Sudamérica.  Cuenta con alrededor de 400 tumbas de inmigrantes rusos, entre los que se encuentra un tío de Yuri Gagarin, el primer humano que viajó al espacio en abril de 1961.

Uno de mis sueños es viajar a México durante las festividades del 1 y 2 de noviembre, Día de Todos los Santos y Día de Muertos respectivamente, para empaparme de ese fervor con el que veneran a cada uno de sus difuntos: Desde la preparación de un altar festivo que se adorna con las fotos de los antepasados, con velas, flores, incienso y ofrenda que incluyen sal, mantel blanco, agua, calaveritas de chocolate o azúcar, su comida favorita y el famoso “pan de muerto”.

La película animada “Coco” nos revela algunos de sus significados: poner sus fotos permite mantener el recuerdo presente de los difuntos y de esa manera asegurar su existencia en el Más Allá.  La canción “Recuérdame” removió mi sensibilidad al pensar que puedo mantenerlos presentes por sus canciones favoritas sin necesidad de ir a visitarlos al cementerio.

Hoy he tomado conciencia del valor de la memoria de mis ancestros, tener conciencia histórica familiar de nuestra pertenencia trasciende a quienes nos abrieron el camino.

Soy el único eslabón que enlaza a mis hijos y nietos con sus ancestros, por eso debo mantener viva su memoria a través de relatos familiares y de los recuerdos como fotografías, objetos y ahora, con mayor razón, sus canciones preferidas. Así, para recordar a mi madre interpreto la única canción que ella cantaba: “Solamente una vez” de Agustín Lara. Mi padre permanece en muchas canciones pero siento que “la nuestra” es la ranchera mexicana “Me he de comer esa tuna”; y mi abuelita Margarita, concertista en piano e intérprete de Chopin, curiosamente la única canción que cantaba era “El copihue rojo” que dice así:

 Soy una chispa de fuego,
que del bosque en los abrojos,
abro mis pétalos rojos
en el nocturno sosiego
soy la flor que me despliego
junto a las rucas indianas;
la que al surgir las mañanas,
en mis noches soñolientas
guardo en mis hojas sangrientas
las lágrimas araucana


Texto e imágenes © Cecilia Byrne

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