Dice una antigua leyenda

En el principio todos éramos uno, fuimos barro amasado con amor, cocido al fuego cósmico y de esa lava cobramos vida y fuimos pintados con todos los colores imaginados jamás, éramos el soplo divino en el aire, en el viento sobre las aguas y nuestros corazones latían en la frecuencia de todas las demás especies, y no éramos ningún pueblo escondido dentro de otro, o elegido para gobernar a otros, asumíamos la sincronicidad de las aves que en pleno vuelo no chocan entre sí, la timidez de la copa de los árboles de modo que a  todos alcance la luz, o proteger al vecino de las plagas, y del nado de los peces en el agua, maravillosas masas compactas, la medicina fluía libre en cada bocado, auténtico maná y la tierra toda era nuestra casa sin fronteras, y en las noches junto al grillo y la cigarra, al mirar la luna y las estrellas, recordábamos que nuestro viaje por estos caminos era para aprender, amar y cuidar todos esos regalos perfectos, luego al dormirnos una noche todo aquello fue olvidado, pantalla de rayo azul en mano.

© José G. Santos Vega
Imagen de Florian Kurz en Pixabay

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