Dormida me quedé de María Victoria Montemayor

Dormida me quedé sintiendo el mar
y, al despertar, el día
había abierto sus alas y no estaba.
La noche esplendorosa refulgía.
caía sobre mi como escapada
de las manos de algún ángel hermoso.
Se encendió mi alegría
y era una minúscula lucecita que temblaba,
igual que un pajarillo
en el cuenco de una mano cálida,
entre los astros luminosos de la noche.


© María Victoria Montemayor

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