El anzuelo
Le inventé una sonrisa para atraerlo, ni siquiera tenía palabras. Preparé la mesa, puse velitas con cierto temor al romanticismo cursi. Se me iluminaron los ojos, levanté las cejas, me miré las manos dispuestas a recibirlo. No llegaba y me puse como loca. Busqué inspiración, libros de poesía, ensayos sobre narrativa y engullí todo lo que tenía sobre la mesa. Quedó el mantel con migas de humanidad, la clara conciencia de no alcanzar lo que uno quiere. Y para los amantes, un micro de cien palabras que están a punto de terminar de leer.
© Lucía Borsani
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