El atajo de su voz
Ella lo imaginó persona tanto tiempo que al primer sonido de su voz tembló la luna. El cielo no entiende de esas cosas, los humanos viven historias de Tierra y hasta se escriben besos sin tinta ni boca cuando llega la noche.
La palabra blog no había sido engendrada aún cuando a ellos se les concedió la vida, sin embargo en ella se regodeaban noche a noche, como verdaderos locos, en los caminos de la comunicación.
Es verdad, los humanos, escondidos en su caparazón de asfalto, pueden llegar a hablarse al oído sin sonido alguno.
Pueden escribir y leer, de uno y otro lado, jugando a la amistad dulzona de quien quiere conocerse más allá de tanta letra.
Pero él aquella noche quiso recorrer caminos de información para llegar al número que sonara en aquel castillo encantado.
A ella, nada le sorprendería más que escuchar su voz.
Hombre y mujer pueden abrazarse y bailar al mismo ritmo sin pisarse, y hasta sin música, jugar a probar cerezas como frutas tentadoras, sólo para comprobar si el Edén en verdad tiene llave.
Pero de vez en cuando lo que urge es el llamado del teléfono, concreto y preciso, como aterrizaje de pájaro bien entrenado.
Qué puede entender el cielo de estas cosas si desde arriba la Tierra es un ovillo de mapas y las personas granitos de arena que luchan contra la corriente de las mareas y se aferran a las rocas puntiagudas del miedo para no tropezar dos veces…
Barbaridades, en perspectiva el cielo puede también equivocarse.
Él la habría imaginado persona y guiño de luna y granito de arena en su playa desierta. Ella, después de aquella voz, un hombre de carne y hueso.
En la superficie de la Tierra, ahí donde dos luces encendidas vigilaban la noche, volaban.