El castillo de Hércules
En septiembre de 2020 ya escribí en la revista sobre este mágico islote, recordé la piedra negra que encontré en su ribera en una marea baja, testigo de la historia acariciada por la mano de Julio César.
La piedra me contó que viajó en el vientre de una ballena que fue a morir a la costa austral de la Patagonia, y que pasado los siglos un hombre desesperado, dejado a su suerte en la orilla, la lanzó con toda su rabia a los buques que lo abandonaron, esa piedra se encajó en cubierta y atravesó el mar del sur, al que llamaron Pacífico. Una tarde de calma chicha un tripulante de nombre Pigafetta la cogió y de manera distraída jugó con ella guardándosela como un amuleto en su bolsillo y así durmió hasta desembarcar en Sevilla, donde su fortuna la olvidó entre sus calles. Tenía que tener algo esa piedra cuyo destino era ser talismán, de lo contrario no se explica que un joven francés la poseyera, joven soldado que en su avance por Andalucía caería abatido por una bala, justo en el caño intentando ocupar la Isla de León, así volvió la pequeña piedra negra al castillo.
Como ya conté ahora es mía. Feliz verano.

Texto e imágenes © Emilio Poussa