El despertar de Carmen Nöel

Yo desperté.
Dormías a mi lado.
Como una caracola silbé mi amor en tu oído.

La tarde despertó
y abrió su rosa de luz como un abanico.

El lamento del mar te tenía preso.
Y yo volví a silbar mi amor en tu oído.

El horizonte sangraba
como si fuera un sueño cortado del cielo.

De pronto abriste los ojos.
Unos ojos mudos. Oceánicos. De abismo.
Tu mirada en el fondo batía, muy torpe, las alas,
desperezándose,
como una mariposa negra entre la sombra.

Estaba atrapada
entre la tarde y el sueño.
Yo quería sacarla.

Tus ojos sin mirada navegaban sin rumbo
entre aquel abanico de luz.
Su abismo verde de mar no gritaba.
Era como si tú hubieras muerto.
O como si yo hubiera muerto.

Yo quería sacarla.
La mariposa negra seguía batiendo
tan torpemente sus alas.

De pronto tuve tanto miedo
que te besé en los labios.

Con un desesperado arpón
te traspasé de pleno el alma.

La tarde se quejó a lo lejos en un mortal silencio
que abrasó mi beso con su llama.
Tú volviste.
Vi cómo tus ojos verdes me atrapaban.
Vi que resurgía el mar en ellos,
su líquida caricia sonreía para mí,
su grito eterno.

Una mariposa escapaba,
desde lo más profundo de ese abismo verde,
extendiendo, hermosísima, la noche,
con sus negras alas.

Tú me mirabas.

Texto © Carmen Nöel
Imagen © annca

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