El fogón de hierro

Carmen tenía en su casa una cocina de esas de hierro, con tres fuegos y lo de fuego es literal, tenían que llenarla con carbón y unas astillas de madera, lo suficientemente grandes para que ayudasen a que prendiese y poder utilizarla para guisar.

En la derecha de la cocina, entre el fogón y la ventana, había una chimenea con una abertura, que según fuese necesario, la cerraban o abrían para que el fuego tirase y no se metiera el humo en la casa.

La mayor ventaja era que a la vez que servía para preparar los desayunos, comidas y cenas, la casa se mantenía caliente, sobre todo la habitación cuyo tabique estaba pegado al fogón.

En invierno era una gloría estar allí, toda la casa mantenía un calor uniforme, por lo que no se pasaba frío, pero el verano, esa era otra canción. No había quien parase, por eso Carmen se organizaba, procuraba hacer las cenas para no tener que tomarla caliente, de esa manera por lo menos las noches eran más suaves.

Pero Carmen no estaba del todo contenta, aunque no tenía más remedio que conformarse, la economía no permitía cambios.

Lo que más la molestaba y preocupaba era que tanto el carbón como las astillas, se los suministraban de la carbonería que estaba prácticamente al lado de su casa.  Ahí estaba su problema, a veces venían con inquilinos no deseados, es decir, cucarachas de los dos tipos. Se llegó a convertir en una obsesión y siempre andaba echando productos anti cucas en la puerta de acceso a la carbonera donde lo almacenaba.

Además del trabajo que le llevaba el mantenimiento de ese fogón, tenía otro inconveniente, no había un cuarto de aseo en condiciones, con el inconveniente de que estaba dentro de la cocina. Constaba de un pequeño lavabo y el inodoro, además de que el espacio era muy pequeño.

Sus hijas tenían que bañarse en la cocina en un gran barreño y la verdad es que estaba harta.

Su mayor ilusión era transformar esa cocina, poniendo aparatos más modernos y como no, un cuarto de aseo en condiciones.

Llegó el momento, tenían unos ahorrillos y decidieron hacer esa obra tan deseada. Ya no tenía que estar vigilando si tenía nuevos inquilinos no deseados en la casa; el cuarto de baño, robando un poco de espacio a la cocina, consiguieron meter una media bañera, un lavabo algo más grande y su inodoro.

Consiguió cumplir su deseo.


© Maruchi Marcos Pinto

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies