El hombre que nos dio el Universo

Ya hemos llegado al número 13 de nuestra revista. Un número que, curiosamente, es todo un símbolo de superstición, de temores irracionales sin ningún sustento lógico ni científico.

Superstición, la antítesis de la ciencia, esa materia con la que nos enamoró Carl Sagan, el protagonista de mi artículo de diciembre, el hombre que quiso y supo traducir el argot científico de la astronomía al lenguaje que se hablaba en las calles. El lenguaje de unos jóvenes que acababan de descubrir las galaxias de la mano de George Lucas, que soñaban con cruzar el universo a bordo de naves que saltaban al hiperespacio, pero que aún no habían alcanzado Orión, no habían visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser, ni habían aceptado que pudiese ser la hora de morir. Y ese público descubrió con Sagan que la realidad de nuestro universo, incluso la parcela más cercana -el Sistema Solar y la Tierra- era aún más extraordinaria e imaginativa que cualquier historia que alguien imaginase.

Carl Sagan. Nace en 1934 (el 9 de noviembre) en Brooklyn, Nueva York, en una familia humilde, de inmigrantes de origen armenio. Desde bien pequeño mostró una gran curiosidad intelectual, a la que sus padres respondieron regalándole un carnet de biblioteca, donde leyó todo lo concerniente a estrellas y dinosaurios que pudo encontrar por las estanterías.

La Exposición Universal de Nueva York de 1939 ejerce una enorme influencia en su futura decisión de dedicarse a la física. A esa criatura de apenas cinco años le fascinó el mapa móvil de la América del Mañana, una lámpara que iluminaba una célula fotoeléctrica creando un sonido crujiente, cómo el sonido de un diapasón se convertía en una onda en un osciloscopio. También fue testigo de la tecnología del futuro que reemplazaría a la radio: la televisión.

Sencillamente, el mundo contenía maravillas que yo nunca había imaginado. ¿Cómo podía convertirse un tono en una imagen, y una luz convertirse en ruido?

Vino luego la lectura de los libros de ciencia-ficción, sobre todo los de Edgar Rice Burroughs (el creador de Tarzán), dedicados a Marte, o de divulgación, de los cuales el que ejerció una influencia más decisiva fue Interplanetary Flight, de Arthur C. Clarke, al poner de manifiesto la posibilidad de viajar más allá de la Tierra. Carl Sagan se graduó en la Rahway High School de Rahway, Nueva Jersey, en 1951. Se matriculó en la Universidad de Chicago, donde participó en la Ryerson Astronomical Society. En esta universidad se graduó 1954 en Artes con honores especiales y generales, en 1955 se graduó en Ciencias y en 1956 obtuvo un máster en Física, para luego doctorarse en Astronomía y Astrofísica en 1960. Durante su etapa de pregrado, Sagan trabajó en el laboratorio del genetista Hermann Joseph Muller. De 1960 a 1962, Sagan disfrutó de una Beca Miller para la Universidad de California, Berkeley. De 1962 a 1968, trabajó en el Smithsonian Astrophysical Observatory en Cambridge, Massachusetts.

Sagan impartió clases e investigó en la Universidad de Harvard hasta 1968, año en que se incorporó a la Universidad Cornell en Ithaca, Nueva York, donde impartió un curso de pensamiento crítico hasta su muerte en 1996. En 1971, fue nombrado profesor titular y director del Laboratorio de Estudios Planetarios. De 1972 a 1981, Sagan fue Director Asociado del Centro de Radiofísica e Investigación Espacial de Cornell. Desde 1976 hasta su muerte, fue el primer titular de la Cátedra David Duncan de Astronomía y Ciencias del Espacio. En Londres, impartió la edición de 1977 de las Royal Institution Christmas Lectures.


Trabajos de Sagan

Sagan estuvo vinculado al programa espacial estadounidense desde sus comienzos. Desde la década de 1950, trabajó como asesor de la NASA, donde uno de sus cometidos fue dar las instrucciones del Programa Apolo a los astronautas participantes antes de partir hacia la Luna. Sagan participó en muchas de las misiones que enviaron naves espaciales robóticas a explorar el sistema solar, preparando experimentos para varias expediciones.

Fue el responsable del llamado “Disco de Oro” de las Voyager, un mensaje universal, con contenido de la Tierra y dirigido a posible vida extraterrestre, que sería enviado fuera del sistema solar con las sondas espaciales Voyager en 1977, y que en una versión más simple se envió anteriormente en las Pioneers. Y por su insistencia las Voyager fotografiaron la Tierra desde las confines del sistema solar.

Fue uno de los primeros científicos en hablar seriamente del cambio climático por la acción humana, además de ser un defensor de la educación y del escepticismo científico. También defendía el uso de la marihuana, tanto su investigación para aplicaciones médicas, como en su uso recreativo, además del derecho al aborto y sobre la decisión de las mujeres sobre sus cuerpos. Creía en Dios a la manera científica, es decir, como el conjunto de leyes físicas que dominan el universo. Y en la existencia de vida extraterrestre,  por eso fue uno de los impulsores del proyecto SETI (acrónimo del inglés search for extra terrestrial intelligence -búsqueda de inteligencia extraterrestre-). Fue cofundador y presidente de la Sociedad Planetaria, la mayor organización con intereses espaciales en el mundo. Criticó a las grandes potencias por producir armamento nuclear. Formó parte activa en la erradicación de los CFC y otros programas de protección ecológica. Fue cofundador del Comité Para la Investigación Escéptica de los Fenómenos Paranormales (CISCOP). Mantuvo una oposición y crítica constante en contra de las pseudociencias.

Las contribuciones de Sagan fueron vitales para el descubrimiento de las altas temperaturas superficiales del planeta Venus. En su opinión, Venus era un planeta seco y muy caliente, oponiéndose al paraíso templado que otros imaginaban. Había investigado las emisiones de radio procedentes de Venus y llegado a la conclusión de que la temperatura superficial de este debía de ser de unos 380 °C. Sagan fue de los primeros en plantear la hipótesis de que una de las lunas de Saturno, Titán, podría albergar océanos de compuestos líquidos en su superficie, y que una de las lunas de Júpiter, Europa, podría tener océanos de agua subterráneos. El misterio de la bruma rojiza de Titán también fue resuelto con su ayuda, debiéndose a moléculas orgánicas complejas en constante lluvia sobre la superficie de la luna saturniana. Sagan también contribuyó a mejorar la comprensión de las atmósferas de Venus y Júpiter y de los cambios estacionales de Marte. Determinó que la atmósfera de Venus es extremadamente caliente y densa, con presiones aumentando gradualmente hasta la superficie planetaria.

Pero fue su dimensión televisiva la que le dio fama mundial. Desde finales de los 60 era un colaborador habitual en los programas de Johnny Carson y había participado con Stanley Kubrick en 2001, una odisea del espacio (1968). A principios de los 80 estrenó su serie Cosmos, de 13 capítulos con los cuales difundió la ciencia, la astronomía y concienció a los espectadores de todo el mundo sobre el lugar que ocupamos en el universo. Acompañado de una banda sonora exquisita y perfectamente acorde a su contenido, ‘Cosmos’ permanece en el recuerdo de un par de generaciones como la serie más grande del universo. Por ella recibió tres premio Emmy y un Peabody.

En 1978 obtuvo el premio Pulitzer por su libro Los dragones del edén; después de realizar «Cosmos», Sagan escribió una novela, «Contacto» (llevada al cine por Robert Zemeckis y protagonizada por Jodie Foster, Matthew McConaughey y James Wood y estrenada en 1998), en la cual, asesorado por un grupo de científicos, quiso escribir un libro de ficción científica en donde todo y cada uno de lo propuesto fuera teóricamente posible. También escribió un libro llamado Un punto azul pálido: Una visión del futuro humano en el espacio, que fue seleccionado como libro destacado de 1995 por The New York Times y una introducción al famoso libro de Stephen Hawking, Breve historia del tiempo, en su primera edición en lengua inglesa (1988).

Muere el 20 de diciembre de 1996, después de varios años de lucha contra un raro tipo de leucemia llamada mielodisplasia.

Podría detallar todos los premios, libros y colaboraciones que recibió y realizó este astrónomo, astrofísico, cosmólogo, astrobiólogo, escritor y divulgador científico llamado Carl Sagan, pero sería demasiado extenso y este artículo ya ocupa demasiadas páginas.

No quiero que falte el relato de una de sus anécdotas más conocidas. Cierto día en la estación de trenes de Washington, un mozo ayudó a Carl Sagan con su equipaje, como hacía con el resto de pasajeros. Cuando Sagan sacó su billetera para darle la propina de rigor, el mozo hizo un gesto de rechazo, diciendo «Guarde su dinero, señor Sagan. Usted ya me ha dado el universo».”

Sí, realmente él nos regaló todo un universo, explicado en palabras fáciles de entender y con imágenes que enamoraron a nuestra imaginación.

Acabo con un enlace de su famoso monólogo sobre el Pálido Punto Azul. Nos vemos a principios del próximo año…



el espacio

Bibliografía y Referencias: Europa Press, Psicología y Mente (Bertrand Regader), 65 y Más (Carlos Losada), A hombros de gigantes. Ciencia y tecnología (José Manuel Varela Senra), BBC News Mundo, Astromía, Hoy.es Extremadura (Agapito Gómez Villa), La Historia entre amigos (Charo San José, Juan Pablo Benito), Astroaventura, Spinof (Kiko Ventura), Muy Interesante (Sarah Romero), El País (Montero Glez), Izquierda Diario (Axomalli Villanueva), Invdes, Psicología y Mente, Jot Down (E. J. Rodríguez), Historia National Geographic (Josep Gavaldà), National Geographic (Dan Vergano), Open Mind BBVA (Joana Oliveira), Revista de Libros (Jorge Velasco), Wikipedia (Carl Sagan, William Poundstone, Keay Davidson, Ray Spangenburg, Diane Moser, Lester Grinspoon,  Dana Larsen, Isaac Asimov, Mariano Artigas, Tom Head, Karl Giberson, Ann Druyan, Yervant Terzian, Elizabeth Bilson, Time Magazine, CNN, Clarín, The Mac Observer, The Planetary Society, David Morrison, Leonard David, Dante D’Orazio, Yale University Press)

© Carmela Pérez Nuñez

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