El juicio contra Al Capone
Cuando Al Capone gobernaba Chicago: «Se llega más lejos con una sonrisa y una pistola que solo con una sonrisa».
Los primeros años
Alphonse Gabriel Capone nació el 17 de enero de 1899 en Brooklyn, Nueva York. Sus padres fueron unos napolitanos emigrados a EEUU.
Su niñez, debido a la situación de marginalidad en la que vivía su familia, estuvo marcada por la violencia. Con tan solo 14 años fue expulsado del colegio por agredir a una maestra, lo que le llevó a su primer trabajo en una bolera de Brooklyn. Fue el lugar donde conoció al gánster Johny Torrio, de quien más tarde sería su guardaespaldas.
La llegada a Chicago
En 1919, Johny Torrio le pide a Capone que se traslade a Chicago para ser el guardaespaldas de Big Jim Colosimo. Tras el asesinato de Colosimo, Al se hizo con el control de la organización. Poco después, el gobierno aprobó la 18ª enmienda a la Constitución, que dio origen a la Ley Seca. Esta situación provocó una movilización de las organizaciones mafiosas, pues vieron un campo abonado para la obtención de grandes beneficios. Los inmensos ingresos produjeron que las diferentes familias del hampa de Chicago formaran una unión que sería conocida como el sindicato del crimen. Esta inmensa organización fue duramente perseguida por Eliot Ness y su equipo al que apodó “los intocables» por su notoria incorruptibilidad, algo fuera de lo habitual, pues eran muchos los policías que habían aceptado los sobornos de Al Capone.
Al Capone se presentaba en sus tarjetas de visita como anticuario. Sin embargo, después de ordenar la famosa matanza de San Valentín, en febrero de 1929, no tuvo bastante con esa tapadera tan frágil e ideó una forma de lavar su imagen. A tal efecto, creó en 1930, en un alarde de gigantesca hipocresía, la «Gran cocina de Al para los necesitados», que tenía por objeto alimentar, de forma gratuita, a 3.500 personas cada día, lo que le reportaba un gasto de 300 dólares diarios.

Paralelamente, y en las sombras, Al Capone destinaba quince millones de dólares anuales a sobornar a policías y políticos
Al Capone vivía en el Lexington, uno de los hoteles más lujosos de Chicago, donde ocupaba toda una planta. Le atendían un pequeño ejército de personas en todas sus necesidades, especialmente las relacionadas con su seguridad. Era imposible acercarse a él sin su previo permiso.

El juicio
El juicio tuvo una gran repercusión social. Y no solo por la fama del gánster sino por las tretas utilizadas por sus abogados durante el proceso. Esa circunstancia hizo que el juicio se prolongara durante varios meses, donde se alimentaba el morbo de la situación y se convirtió cada sesión en un espectáculo callejero, en las que llegaban a presenciarse tumultos y algaradas en el exterior del Juzgado.

El jurado elegido en primera instancia fue sobornado por los sicarios de Al Capone, pero el juez, al conocer tal hecho sustituyó al jurado.
Finalmente, no se pudieron probar las decenas de homicidios que se la atribuían. Así que, el 17 de octubre de 1931, el juez Wilkerson dictó sentencia. Al Capone fue condenado al pago de 80.000 dólares y a 11 años de prisión por el delito de evasión fiscal.
La cárcel

Al Capone fue trasladado a una prisión de Atlanta. Al poco tiempo, unos pocos meses, trascendió la trama de sobornos que había urdido y que le permitían llevar una más cómoda estancia en la cárcel. Por este motivo se tomó la decisión de trasladarlo a la isla de Alcatraz. En este presidio no pudo gozar de los privilegios que había comprado en la anterior cárcel. Finalmente, los once años de condena se redujeron a seis años y cinco meses, por buena conducta y por su precaria salud, pues sufría de sífilis, una enfermedad que había contraído hacía muchos años y que se le agravó en su estancia en prisión. De hecho, pasó gran parte de sus últimos años de confinamiento en el hospital de la prisión.
Sus últimos años

A pesar de haber llegado a ganar 60 millones de dólares al año, al final, se encontraba arruinado, pues se le habían confiscado casi todas su propiedades y gran parte de su fortuna. Esta circunstancia, unida a su precaria salud, no sólo física, sino incluso mental, le llevó a decidirse a trasladarse a una propiedad que todavía poseía en Palm Island, en Miami Beach, Florida, donde se aisló del mundo, hasta que, finalmente, falleció el 21 de enero de 1947, como consecuencia de un derrame cerebral, cuando contaba con 48 años. Al que fue calificado por el diario New Yorker como el gánster más grande de la historia, conocido también como Cara Cortada, lo encontraron muerto en la bañera. Lo enterraron en Chicago.