El juicio contra Sócrates

Sócrates era muy conocido en Atenas por sus discursos filosóficos, siempre orales, pues él estaba en contra de presentar sus argumentos por escrito. No se conoce ni una sola línea escrita por él. Sócrates luchó por Atenas y recomendó encarecidamente el sometimiento a las leyes, pero, al mismo tiempo, cuestionó la práctica ateniense de elecciones de grupo, entendiendo que esa forma era impropia del espíritu verdaderamente democrático y poniendo de manifiesto que en ninguna otra profesión se realizaba tal modo de proceder.

Su ardiente oratoria le ganó muchos adeptos, pero también muchos detractores. Uno de estos últimos fue Aristófanes que en su comedia “Las nubes” presentó a Sócrates como uno de sus personajes principales, dotándole de un carácter egocéntrico que solo perseguía sus propios intereses.


La acusación

En ese contexto, se realizó una acusación formal contra Sócrates por tres atenienses. Los cargos fueron presentados por el poeta Meleto, que acudió con Ánito, hijo de Antemión, un importante ateniense y Licón, del que se tiene poca información.

La acusación se basaba en la falta de creencia en los dioses, la de corromper a los jóvenes y la de ser un malvado que buscaba cosas debajo de la tierra y sobre el cielo.


El proceso

El juicio se realizó en el año 399 A.C. Los jueces habían sido elegidos por lotería de entre un grupo de ciudadanos, teniendo en cuenta que la ciudadanía no incluía a mujeres, esclavos ni extranjeros. El jurado, por su parte, estaba formado por 501 ciudadanos. El acusador presentó sus disertaciones y Sócrates se defendió de forma elocuente. Pero eso no le fue suficiente, pues fue declarado culpable por 280 votos frente a 221. La sentencia fue la de muerte.

La ley ateniense preveía que el condenado pudiera solicitar una pena menor que la propia muerte. Sócrates expresó, entonces, su sorpresa por su declaración de culpabilidad con tan pocos argumentos y pruebas en contra. Y, entonces, haciendo alarde de su aguda ironía propuso, jocosamente, que la sentencia consistiera en el pago de unas comidas en el Pritaneo, que era el lugar reservado para los benefactores de la ciudad y los ganadores de los Juegos Olímpicos. Luego se ofreció a pagar una cantidad ridícula. Estos ofrecimientos ofendieron al jurado, de tal forma que, votando de nuevo, la pena de muerte propuesta por el acusador tuvo más votos que en la primera ocasión.

Entonces, Sócrates tomó la palabra y dijo:

Ustedes piensan que pueden evadir las acusaciones que critican sus vidas asesinando a los hombres que los acusan, pero están equivocados; esa no es una manera honorable de escapar. La manera más fácil y noble no es aplastar a los demás, sino mejorarse a sí mismos”.

Sus seguidores le recomendaron la huida. Una solución que incluso hubiera sido aceptada por la ciudadanía. Pero Sócrates, siendo coherente con las ideas que había propagado durante años acerca de las leyes, en el sentido de que éstas debían ser respetadas, no aceptó tal solución.

Tenía 70 años y murió bebiendo cicuta, siendo obediente a las leyes como el había predicado siempre. Se le considera, por ese motivo, uno de los primeros mártires intelectuales.

© Encima de la niebla

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