El lago Ashi
Y volveré de las montañas azules, tocándome las sonrisas de mis labios, ¡qué alegres están mis dedos en la línea escarlata de los besos!
Tú me esperarás con tu sombrilla roja en la orilla del lago Ashi, mientras mi barca se bebe el agua que separa nuestros suspiros, a golpe de remo, corazón de madera.
En la otra orilla, dos ciervos rumian primaveras, unas margaritas se sonrojan de amapolas y el Fuji, que todo lo ve, como siempre espera la promulgación del fuego de los abrazos.

¡Ay, si yo tuviera dos remos de sol! para avergonzar a los relojes, para ser ya parte de la orilla donde descansas tu impaciencia.
¡Que mil garzas me ayuden, que extiendan sus alas de viento, que empujen a mi barca los peces más fuertes del lago!
Bajo la sombrilla roja veo ya tu cara blanca. Detrás de mí, el Fuji sonríe y calla. Mis muñecas se rompen a cada golpe de remo. Tus ojos se hacen más grandes. Ya te oigo cuando me llamas. Ya te siento. Ya te huelo. Ya te beso en la distancia.

Las garzas sonríen y me dejan en la orilla. Me vuelvo a darles las gracias, pero no veo a ninguna. Mis muñecas, definitivamente rotas. Tú me coges de las manos mientras me lloran los brazos.
¡Respírame, amor, para darme fuerzas!
Ya estamos juntos. El mundo se cierra en el lago Ashi. En la otra orilla nos miran dos margaritas rojas y dos ciervos emprenden una carrera de fresa. A lo lejos, el Fuji, espera.
Un beso se cae y planta su simiente en la tierra. Algún día, algún día volveremos a recoger el lirio de luz que allí naciera.
Fotografías y texto © Felipe Espílez Murciano