El modelado lingüístico por Ángel Antonio Herrera de sus columnas (I)

Alfarerías del intelecto. Apuntes estilísticos en torno al columnismo de Ángel Antonio Herrera

Ángel Antonio Herrera es un ejerciente y defensor del barroquismo literario. Sus columnas, por ejemplo, son propaganda por el hecho de esto que afirmamos. Sus escritos periodísticos contienen al estilo como elemento reivindicador. Y cuando hablamos de estilo por estas lindes, nos referimos a la armonización de un fondo discursivo con una literaria administración del mismo fastuosa. No se trata, por tanto, de ensortijar imágenes ni recursos varios en una suerte de retórico emburujamiento carente del mínimo sustento teórico. No.

No es una pirotecnia de la vacuidad la que defiende oración a oración Herrera, sino un inagotable fardo de hondos pensamientos trasladados al público lector con la donosura del estilo bien trabajado; con la gracia del giro intelectual que nos atrae impensadas correspondencias; con el léxico más sugeridor connotando más de lo que refiere; con la trascendentalización de los pequeños o grandes sucedidos de a diario… verbigracia.

Herrera porta consigo una poética en el sentido antes señalado que no duda en teorizar en muchos de sus escritos de diversa índole. (Herrera, 1992: 12; Herrera, 2003: 14).


Análisis de cinco columnas de Ángel Antonio Herrera

En «Cháchara y chachachá» (12-9-2021) Herrera, en vez de abordar frontal y descarnadamente la infamia política con que la ciudadanía es obsequiada telediario tras telediario, analiza (simulando que meramente comenta) el despropósito que encarna un elevado porcentaje de los dedicados a la cosa pública.

La política parece haberse convertido en un chollo del que ninguno de los aupados a su grupa se quiere descabalgar, pero, claro, toda vez que el resquicio que queda de soberanía popular en nuestros sistemas representativos consiste en ese «privilegio» que es otorgado al votante, consistente en elegir de entre un número limitado de oligarquías, siempre hay, en unas u otras formaciones, cesantes, y de dicha figura: la del cesante (ya tratada en su momento por Galdós en Miau), versa esta columna. En ella Herrera nos da una visión actualísima de cómo se maneja el cesante político en estos tiempos mediáticos y espectaculares en el peor sentido del término.

Enuncia/denuncia ÁAH que con los desguaces de la política se contribuya a engrosar el show televisivo: «Igual de pronto te echan del partido, o de un ministerio, pero te fichan de Telecinco, que tampoco es mala puerta giratoria». Y, dubitativo, lanza una pregunta (retórica) al viento: «No sé qué remota lujuria mueve a políticos de alta titulación para emplearse en los platós de la alegría, donde importa la cháchara, pero más el chachachá». Acto seguido, tras hacer uso del eufemismo «platós de la alegría» y de sacar a pasear el aliterador hallazgo que ya aparece en el título, y que aquí es dotado de contextual sentido, continúa esta vez recurriendo a la ironía: «Hacen bien las teles, o las radios, incluso, en pescar a vedetes de la política, para animar el sarao».

Herrera trata de lo político de manera reflexiva; aunque acostumbre a abordar la candente actualidad, gusta de tomarle a esta distancia valorativa en aras de alumbrar adumbradamente un pensamiento motor no circunscrito al momento puntual glosado, sino más bien inspirado en/por dicho momento y trascendido. En esta columna late de fondo el siguiente fragmento: «me inquieta y me desanima y hasta me jode que los que ayer tuvieron gobierno ahora se coloquen en silla de enterados a explicarnos el mundo que no arreglaron».

No hay pasaje que no condense dones reflexivos y estilísticos en las columnas herrerianas. Veamos el siguiente: «En la algarabía de opinión de la tele ya casi no cabe un periodista, o un escritor, porque se está poniendo todo perdido de políticos que ya no lo son. Van colonizando el medio, igual que colonizan la Feria del libro los cocineros».

Todo el texto arriba traído conforma un fragmento irónico a su vez engrosado de manera concatenada por distintas figuras: «la algarabía de opinión de la tele» es una metáfora; en «se está poniendo todo perdido de políticos que ya no lo son», tenemos una sinestesia hermanada con una paradoja. «Van colonizando el medio, igual que colonizan la Feria del Libro los cocineros», comprende una metáfora geopolítica inserta en un símil con no poco remoquete.

Y la columna acaba en colofón: «Quienes tuvieron batuta de jerarquía en la política van y se ocupan de animadores en la verbena de alrededor de los telediarios donde ayer fueron alguien. Algo».

Comienza este nuevo pasaje con que culmina la columna con una nueva metáfora: «batuta de jerarquía en la política»; sigue con otra para concluir: «se ocupan de animadores en la verbena del alrededor de los telediarios».

Ángel Antonio Herrera posee una cadencia muy marcada en el hablar la cual también es trasladada por el interfecto a su escritura, por lo que leerlo otorga la sensación de que se lo está escuchando. Parlamentos orales y escritura son coherentes entre sí, motivo por el que su escritura resulta vívida… envuelve al lector de la manera más sutil, casi imperceptiblemente.

«La tontuna de la verdad» (Herrera, 14-11-2021) es una columna publicada en pleno oleaje pandémico. Supone esta un texto reflexivo de enjundioso fondo. El título encarna a la perfección el ensamblaje de ese dejo de taciturno, y al tiempo restallante, humorismo (muy propio de Herrera) con un tono discursivamente filosófico: los sustantivos «tontuna» y «verdad», portadores de ecos coloquiales y ontológicos respectivamente, son el anticipo.

Si la columna ya de por sí es un subgénero periodístico harto condensado, cuando es ÁAH quien la configura, tal característica se multiplica; no en vano, para este, en el artículo hay que quemar un soneto, una noticia y un ensayo (Fernández, 6-3-2022). Y luego está el «remoquete» al que anteriormente aludíamos a cuenta de un símil.

Teoriza de modo estético ÁAH en esta columna acerca de lo bajo que cotiza actualmente la verdad. De eso trata la columna, de la verdad (ahí está el componente ensayístico y cuasifilosófico). Además, toma como excusa para tales cogitaciones sucesos de actualidad (he ahí lo noticioso). Y, por último, incluye ritmos e imágenes de poema lírico.


© Diego Vadillo López

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