El primer gran maestro: Charles Chaplin (1889-1977)
Se cumple el 90º Aniversario de “Luces de la ciudad”
A finales de enero de 1931, es decir hace exactamente 90 años, se estrenaba la que a muchos nos parece la auténtica obra maestra de Charles Chaplin, “Luces de la Ciudad”. Y un 5 de febrero de 1936, es decir hace exactamente 85 años, se estrenaba “Tiempos Modernos”, una de las obras cumbre del arte cinematográfico. Por ese motivo, se están celebrando numerosos actos de homenaje y proyecciones en su recuerdo. Razón más que suficiente para que nosotros recordemos a este gran realizador.

Charles Chaplin es considerado por muchos el primer gran maestro de la historia del cine, pues si bien anteriormente hubo grandes figuras como Méliès, Pathé, Abel Gance o Segundo de Chomón, que dieron los primeros pasos en el nuevo arte que estaba surgiendo, se quedaron en el cine mudo. Chaplin sin embargo, fue capaz no sólo de dominar los inicios del nuevo arte, sino de cambiar por completo y adaptarse al cine sonoro con magistral empeño, lo que no fue precisamente lo habitual, sino mas bien la increíble excepción, como veremos más adelante. Y aprovechando el acontecimiento, vamos a repasar su obra y biografía, para animar a aquellos que aun no lo hayan hecho, pues les deparará no pocas sorpresas y alegrías.
Inicios
Charles Chaplin nació en uno de los suburbios más humildes de Londres, el East Lane en 1889, apenas seis años antes de la primera proyección de cine en Paris, por lo que parecía predestinado a dedicarse al séptimo arte. Sus padres trabajaban en el mundo del espectáculo, en números cómicos y musicales de cabaret y variedades. Su madre había tenido un hijo con otro hombre antes, su hermanastro Spencer cuatro años mayor con el que siempre mantuvo una excelente relación, y padecía inestabilidad mental por lo que tuvo que ser frecuentemente ingresada en el manicomio. Su padre tenía problemas de alcoholismo, lo que provocaría su muerte a la temprana edad de 37 años. Por todo ello, Chaplin sufrió un largo peregrinaje por orfanatos y familias de acogida. Afortunadamente su padre le animó a subir a los escenarios y a la temprana edad de cinco años tuvo su estreno. Le gustó, y ya fallecido su padre y su madre frecuentemente internada en el manicomio, inició su vida en el mundo del circo y del espectáculo. Tras una gira por Gran Bretaña y Francia se le planteó la posibilidad de viajar con el grupo a los EE.UU. Una vez allí, el espectáculo no tuvo mucho éxito, pero el primer actor llamó la atención de la prensa y de un productor, Mack Sennett, quien poco tiempo después le invitaría a Los Ángeles y le ofrecería la oportunidad de trabajar en el mundo del cine, haciendo tres pequeñas películas de humor a la semana de dos bobinas, que duraban apenas veinte minutos, y era lo que el público demandaba por entonces. Su tema era siempre el mismo, carreras, bofetadas, tartazos, policías corriendo, cualquier cosa que hiciera reír al publico, en su mayoría emigrantes que no entendían el idioma.
Período mudo
Su primer contrato para el mundo del cine fue con la Keystone en 1914. De este periodo destacaríamos Charlot Camarero, Charlot y Fatty incorregibles y Charlot Falso Dentista. Apenas duró un año, pues por discrepancias financieras al año siguiente cambió de compañía.
Después firmaría con la Essanay Film Manufactoring (1915 – 1916), cuya sede radicaba en Chicago a donde se trasladó Chaplin. Rodó un total de catorce cortometrajes. De este periodo destacaríamos Charlot trasnochador, Charlot portero de banco, Charlot vagabundo (1915) donde aparece por primera vez la figura del vagabundo, inspirándose al parecer en uno que conoció en San Francisco. Aunque ya había probado algunos elementos del personaje en anteriores cortos, es en este en el que empieza a configurar el personaje con las características que le harían famoso. También hizo una extraña versión de Carmen, donde parodiaba la por entonces famosa historia, gracias a las versiones de Cecil B. De Mille y Raoul Walsh. En aquel tiempo Chaplin se limitaba a representar lo que le pedían, pero tenía ideas propias que apenas le dejaban llevar a la pantalla.
A continuación firmaría con la Lone Star Mutual Film (1916 – 1917), que le ofreció la absoluta libertad creativa que añoraba Chaplin y un sustancioso aumento de ingresos que apareció en la banda luminosa de la plaza de Times Square en Nueva York, 670.000 dólares por un año de trabajo. Según declaró más tarde, fue la época mas feliz de su carrera. Sin duda aquí encontramos numerosas obras dignas de mención, entre las que destaca Charlot músico ambulante, donde desarrolla y perfecciona el personaje del vagabundo y profundiza en su estilo como director. Luego vendrían Charlot prestamista; Charlot tramoyista de cine; Charlot en la Calle de la Tranquilidad, una de su obras mas míticas; Charlot en el balneario, uno de sus cortos mas logrados; Charlot emigrante, donde refleja el trauma de los emigrantes que tan bien conocía, incorporando elementos dramáticos que anticipaban las que luego serían sus grandes obras. Y finalmente Charlot se evade, pura acción y humor.
En esta época es cuando Chaplin perfecciona el personaje del vagabundo como decíamos, de cuya evolución podemos disfrutar hoy gracias al magnifico documental de Bromberg y Lange, con la producción de ARTE Francia, El nacimiento de Charlot realizado en 2013 y disponible en RTVE A la Carta.
Desgraciadamente todas las obras de esta etapa carecían de derechos de autor, por lo que las compañías las cortaban, alteraban, cambiaban y distribuían por todo el mundo, sin ningún control de su creador. Así por ejemplo, de Carmen se hicieron copias con los descartes del rodaje, duplicando la duración hasta los 45 minutos.
La cumbre
A continuación vendría el contrato con la First National (1918 – 1923), que le ofreció un millón de dólares por ocho películas y una participación paritaria en los beneficios. Aquí, debemos detenernos en la forma de trabajar de Chaplin. Como buen artista autodidacta, Chaplin no ensayaba ni preparaba apenas nada antes de los rodajes, más allá de un breve esbozo del guion. Simplemente llevaba unas ideas previas y rodaba toma tras toma, con las variaciones que se le iban ocurriendo sobre la marcha, frecuentemente decenas de veces. Esto suponía un gasto en material muy elevado, que a la vez permitía que el metraje desechado por él fuera luego utilizado sin su consentimiento, para alterar sus películas. Se han conservado numerosas grabaciones de esta forma de trabajo, recogida en magníficos documentales. Mientras rodó cortos, el asunto era asumible hasta cierto punto, pero cuando Chaplin se embarca en obras de mayor duración, el coste empieza a ser inasumible hasta para unos grandes estudios. Vida de perro (1918), es su primera película de tres bobinas y en ella el dominio de la mímica sobre la palabra alcanza la perfección; Armas al Hombro (1918), pretendía durar cinco bobinas divididas en tres partes, aunque solo sobrevivió la intermedia, pero consiguió retratar el horror de la guerra a través del humor, por lo que es considerada por muchos críticos su obra maestra antes de Luces de la Ciudad; igual consideración merece El Chico (1921), película de seis bobinas en la que continua perfeccionando su lenguaje cinematográfico, alcanzando con la utilización del primer plano en la secuencia final, una intensidad emocional que desató el entusiasmo entre intelectuales como García Lorca, o el apoyo de los surrealistas gracias a la secuencia del cielo.

Todavía trabajando para la First National, descontento con el control al que era sometido, se asocia con el director David W. Griffith y los actores Douglas Fairbanks y Mary Pickford, para crear en 1919 la United Artists (1923 – 1952), buscando la libertad creativa y huyendo del control de Hollywood. La mayor parte de su obra posterior la hizo para esta empresa, aunque tuvo que esperar a terminar su contrato con la First National, con la que todavía rodaría Una Mujer de Paris (1923), que supuso su primer fracaso comercial.
El esplendor
En 1925, realiza una de sus grandes obras maestras: La quimera del oro. En ella nuevamente Chaplin consigue convertir un drama en una comedia, alcanzando con su dominio de la pantomima la perfección y regalándonos secuencias inolvidables para cualquiera que las haya visto, como aquella en la que baila con dos panecillos de pan clavados en un tenedor, o en la que se come las botas con sus cordones. Como era tradición en él, rodó numerosas veces la secuencia, aunque ayudaba que la suela fuera de regaliz y los clavos de caramelo … pero el rodaje se alargó casi un año y medio. Fue un éxito de publico apoteósico. Después, vino su momento de mayor esplendor, logrando realizar tres auténticas obras maestras seguidas.

La primera de ellas fue Luces de la Ciudad (1931), que como decíamos al principio es para muchos su mejor película. Para entonces ya había surgido el cine sonoro al que Chaplin se oponía con vehemencia, pues consideraba que las palabras son inútiles y además molestan al verdadero arte. Un rótulo inicial nos informa de que estamos ante una “Comedia Romántica en Pantomima». El comienzo de la película es ejemplar en este sentido, pues en la inauguración de una estatua, las palabras de los altos dignatarios resultan inaudibles ante el ruido de la calle … En una brillante metáfora de inspiración brechtiana, salva a un millonario borracho de morir ahogado, que sin embargo no lo reconoce cuando está sereno. En la secuencia clave, Chaplin se enfrenta a uno de los mayores retos de su carrera. y cuenta la historia de una florista ciega que confunde a un vagabundo con un rico hombre que la ayuda. Después de casi dos años de rodaje, donde su meticulosidad e improvisación simultánea le llevaron a rodar centenares de pruebas descartadas, Chaplin no encontraba la solución. Tampoco ayudaba, el que durante el rodaje falleciera su madre, lo que le sumió en una profunda melancolía y se volvió irascible durante el rodaje de las repetidas tomas. Al final encontró la solución, que ha pasado a la historia del cine como una de sus grandes secuencias. No se puede explicar con palabras, es inefable. Hay que verla, es puro cine con mayúsculas. Chaplin no solo consigue con esta auténtica obra de orfebrería, reafirmarse en su idea de que la palabra era innecesaria, sino que además molestaba al verdadero arte. Se trata de una historia dramática llena de humor excepto en la escena final. Terminó la película tras más de dos años de trabajo.

Para el publico español conviene recordar, que por primera vez escribió y dirigió la banda sonora, aunque no toda ella era original, pues el tema central que identificaba a la florista, estaba basado en La Violetera que Chaplin había escuchado en la voz de la aragonesa Raquel Meller durante un viaje a Barcelona. Quedó fascinado por ella y le ofreció protagonizar la película pero no logró convencerla, aunque sí se llevó la canción, pero sin ponerlo en los créditos. Padilla tuvo que demandar en los tribunales a Chaplin, hasta que en 1934 fue reconocida su autoría.
La cinta fue un verdadero éxito de critica y público, superando en recaudación a las películas habladas, aunque Hollywood la ignoró por completo en la entrega de los Oscar de ese año. Sin embargo, hoy está considerada unánimemente como una de las mejores obras de la historia del cine.
El sonoro
Pocos años después y para disgusto de Chaplin, el sonoro se había implantado definitivamente. Se encontraba solo y deprimido, estando a punto de dejarlo todo e instalarse en Hong Kong. Esta situación fue una verdadera tragedia para muchos artistas que habían sido multitudinariamente famosos con el espectáculo circense o el cine mudo, y no supieron adaptarse. El cine hablado no solo acabó con el mudo, sino con el circo entendido como el gran guiñol de la pantomima, que reunía a miles de espectadores cada noche. Tal es el caso de Marcelino, admirado por Chaplin y Keaton, quien llegó a decir que era el Mejor Payaso del Mundo. La trágica historia del aragonés ha sido llevada al cine con magistral empeño por German Roda con la interpretación de Pepe Viyuela y Laura Gomez-Lacueva, recreando los números cómicos que le hicieran famoso, y cuya vida acabó trágicamente, como la de tantos otros. La trayectoria de Chaplin fue un éxito, pero en realidad la suya fue una excepción, pues lo que le ocurrió a Marcelino le sucedió a muchos artistas de su época, incapaces de adaptarse a los nuevos tiempos, como el propio Keaton entre otros. Cantando bajo la lluvia (1952) también incide en este periodo, pero de forma cómica.
Su segunda realización fue otra obra maestra, Tiempos Modernos (1936). La Gran Depresión de 1929 había dejado millones de parados, largas colas de vagabundos que esperaban por un plato de comida, mientras el maquinismo dejaba a muchos obreros sin trabajo. Para entonces el cine sonoro ya se había implantado como decíamos, y Chaplin no tuvo mas remedio que incorporarlo en su película, aunque fuera a regañadientes. Gira en torno a las desventuras de un operario que realiza un trabajo repetitivo en la fábrica, víctima de la deshumanización de las máquinas. Tiene secuencias inolvidables, como la de los patines en unos grandes almacenes o la de la manifestación de obreros que al girar una esquina sigue a Charlot con una bandera roja, por la que fue acusado de comunista, al pensar los censores que defendía las ideas socialistas, pero mas critica quizá con las masas que siguen a los líderes ciegamente. O aquellas, donde de nuevo se burla del sonoro, cuando baila improvisando y cantando en una jerga ininteligible, haciendo reír al espectador que a pesar de ello la entiende, escena que ha pasado a la historia del cine. Chaplin se despide aquí de Charlot, que no volverá a aparecer en sus películas, siendo además la única vez que al final, no lo vemos alejarse en soledad por la carretera.

La tercera realización fue El Gran Dictador (1940). En 1937, Alexander Korda el productor de joyas del cine de aventuras como El Ladrón de Bagdad (1940), le hizo ver a Chaplin que había nacido el mismo año que Hitler, con cuatro días de diferencia, y que no estaría mal que parodiara al siniestro personaje que llevaba el mismo bigote que él. A Chaplin le entusiasmó la idea y para 1938 ya tenía una sinopsis avanzada del guion, que terminaría casi dos años después a principios de 1939. Sin embargo, el ambiente fue bastante hostil al proyecto, que se encontró con serios obstáculos y amenazas, pues los nazis contaban con muchos partidarios organizados en EE.UU. Sin embargo, cuando empieza a rodar, pocos días después de que la URSS y Hitler invadiesen Polonia, provocando el inicio de la Segunda Guerra Mundial, el ambiente cambió por completo y posteriormente el Gobierno tuvo prisa por terminar el rodaje cuanto antes, para animar el reclutamiento de soldados. El argumento gira en torno al gran parecido entre un dictador que arrasa Europa, un tal Hinkel, y un barbero judío, que es confundido con él. Atesora secuencias para la historia del cine como la del baile con la esfera del mundo y por supuesto el discurso final donde Chaplin subraya el humanismo que siempre ha imperado en su obra. Censurada en muchos países, como la Argentina de Perón o la España franquista, recibió la admiración de grandes figuras como André Bazin o Eisenstein.

El ocaso
Tras una época de grandes éxitos, Chaplin quiere dar un giro a su carrera y se embarca en un nuevo proyecto, abandonando definitivamente el personaje del vagabundo. Un día apareció en su casa Orson Welles y le propuso realizar un documental sobre Henri Landru, un asesino de mujeres que se casaba con ellas previamente para robarles su fortuna y que fue ejecutado en 1922. Al final, Chaplin se decide a realizar una nueva película inspirada en esa idea. Así nacería Monsieur Verdoux (1947). Animado de un espíritu critico hacia la sociedad de la época, tuvo serios problemas con el Comité de Actividades Antiamericanas y con la Legión Católica, ya que en su defensa Verdoux se justificaba de sus asesinatos por comparación con los crímenes cometidos en una guerra. Aunque obtuvo el apoyo del público, la oposición de la cadena de periódicos de Hearst, impidió que pudiera salvar a la United Artists de la quiebra. Film que requiere de un visionado con ojos modernos y que llevó a Renoir a decir, que estábamos ante una de las grandes creaciones artísticas de la civilización y a la que el propio Chaplin consideraba “la mas inteligente y la mas brillante de las que había hecho”.
Tras los disgustos recibidos por su obra anterior, Chaplin con 63 años, vuelve al humor envuelto en el melodrama con Candilejas (1952). Rodada en blanco y negro pese al auge del color, cuenta con la colaboración de Buster Keaton, otro de esos artistas que, como antes decíamos al hablar de Marcelino, no supo adaptarse al cambio de época. Inspirándose en otro trágico caso real, el del cómico Frank Tinney, tiene secuencias inolvidables, como la única actuación conjunta con Keaton, que de hecho es su despedida de la pantomima, o la del domador de pulgas, y especialmente la secuencia final con una de las melodías mas míticas de la historia del cine, ganando el Oscar por la banda sonora. Rodada con la cámara sin apenas movimiento y con el apoyo de primeros planos, deja en libertad al gran artista que era Chaplin, para que se exprese en la pantalla y nos embriague de emoción.
El final
En la ultima etapa rueda dos producciones británicas de limitado interés, en las que de vez en cuando aparece algún chispazo del genio de Chaplin. Un rey en Nueva York (1957), una amable parodia en la que se burla de todos los movimientos censores que le habían perseguido y La Condesa de Hong Kong (1966), una comedia de camarotes, con entradas y salidas, en la que cuenta con la participación de Marlon Brando y Sofia Loren. Rodada en color, no es el mejor cierre para una carrera que atesora tantas joyas como hemos visto.
Documentación
Afortunadamente para el aficionado, es fácil acceder a la filmografía de Chaplin completa, ya sea en DVD como en Blu Ray, tanto del periodo hablado como los cortos de la etapa muda, donde es frecuente encontrar entre las ofertas, latas que contienen a veces casi la producción completa de sus cortos. Es muy recomendable la colección de 10 DVD´s que en 2003 sacó Mk2, con todos sus largos y una amplia selección del periodo mudo, junto a numeroso material documental, que permite comprender la vida y la forma de trabajar de Chaplin que hemos comentado. En cuanto a la bibliografía, es muy recomendable el excelente y detallado estudio que en Cátedra publica Esteve Riambau, que además de narrar su biografía, analiza una por una todas sus películas, incluidos los cortos, lo que permite disfrutar de la producción del británico en orden cronológico, si se desea. También se puede consultar su Autobiografía, de 1964, publicada en España por Debate en 1989, en su primera edición.

Conclusión
En definitiva, Chaplin es el primer gran maestro de la historia del cine porque supo pasar del mudo al sonoro, siendo un genio en los dos campos a pesar de sus reticencias. Su obra artística, como nos cuenta Mark Cousins en su inapreciable Historia del Cine, Una Odisea, llegó a millones de espectadores de todo el mundo, incluso en Africa, en alejadas aldeas donde su pantomima y su genio sin palabras era entendido por todos, grandes y pequeños, despertando la vocación de numerosos cineastas. Charlot casi siempre se mueve por motivos egoístas, es un pícaro que engaña siempre que puede, y cuando no lo hace así las cosas le van peor. Nos hace reír con sus desventuras y desgracias. Y sin embargo, Chaplin comprende y hace que comprendamos a Charlot. Porque por encima de todo, Chaplin era un humanista. De hecho, cuando corrió el falso rumor de que era judío mientras rodaba El Gran Dictador, no lo desmintió, pues para él, el individuo está por encima de las razas, las religiones o las ideas. En sus películas le preocupa la persona sencilla sometida a los trances de la vida y se dirige al corazón del espectador, con sencillez pero también con maestría. Es un verdadera delicia repasar sus grandes obras maestras, que como hemos visto no son pocas, e incluso su filmografía completa, en la seguridad de que viviremos auténticos momentos de placer que nos emocionarán, y que seguro nos harán disfrutar … y pensar.