El reino del silencio
Escribo mientras en la calle el asfalto reverbera y siente la necesidad de derretirse. Pero los sabios doctores de la nueva santa madre Iglesia -la meteorología- me tientan con la promesa de que esto se acaba, que en unos cuantos días las temperaturas bajarán más de una tercera parte de las actuales, con suerte hasta la mitad. No sé si será por candidez o porque quizás necesite ardientemente esa esperanza para seguir sobreviviendo, pero me lo creo con toda la firmeza de la que soy capaz. Mientras tanto, os propongo que os sumerjáis conmigo en un reino sin sonido y sin embargo, con muchísima vida (bueno, cuando el artículo se publique quizás habremos sacado ya las rebequitas de los armarios). Especificando un poco más, bucearemos por el reino Fungi, el de los hongos, levaduras y mohos. Así que allá vamos.
A primera consulta de diccionario encontramos que un reino es aquel territorio cuya organización política es una monarquía y está gobernado por un rey o reina, más o menos, que con todo nos podemos tropezar en esta viña, por ejemplo, con los senescales del reino de Gondor (Tolkien siempre presente en mis pensamientos). Pero en el ámbito de la ciencia, también es un gran grupo donde se clasifican juntos un enorme número de seres vivos. Allá en la prehistoria de mi vida, en los años 60, estudiaba que existían animales, vegetales y minerales y todas las cosas que existían se podían englobar en cualquiera de esas tres categorías. Pero la realidad era mucho más sofisticada, sólo que muy desconocida para la gente corriente.
Hacia mediados de los años 50, Herbert Copeland -biólogo norteamericano- organizó la naturaleza en cuatro reinos: Animal, Vegetal, Protista (amebas, protozoos como el paramecio, algas) y Monera (el único cuyas células son procariotas, es decir, sin un verdadero núcleo y en él se encuentran arqueas y bacterias como bacilos o estreptococos). Y nuestros queridos hongos quedaron englobados dentro del reino vegetal; de hecho, si vamos a comprar champiñones o cualquier tipo de setas los encontraremos en la verdulería. Pero para los biólogos la vida no es tan simple. Al final de esa misma década (1959), Robert Whittaker -botánico y ecólogo norteamericano- se dio cuenta que biológicamente los hongos no eran tan vegetales como parecían y en 1969 propuso la creación de un quinto reino, el Fungi, exclusivo para ellos, basándose en sus características morfológicas, modo de locomoción, tipo de reproducción y estructura de sus células. Actualmente es la clasificación más popular pero no es la única, debido a los avances en investigación genética. Está el sexto reino de Carl Woese y George Fox (1977) que dividieron las bacterias y las arqueas, y el séptimo reino de Thomas Cavalier-Smith (Chromista, 1998), que separa a las algas del reino protista. Por cierto, la rama de la biología que estudia a los hongos se denomina micología.

Nos adentraremos en un reino que es muy importante para el ecosistema del planeta, compuesto aproximadamente por unas cien mil especies descritas pero que muy posiblemente se acerquen al millón y medio. Evidentemente sus aspectos, formas y tamaño varían muchísimo en esa inmensidad de individuos, pero en todos ellos encontraremos unas características comunes, esas que les definen como reino; propiedades que a veces coinciden con el reino vegetal y otras con el animal, estando más cercano a este último, aunque las apariencias indiquen lo contrario. Son seres con células eucariotas, es decir, con un verdadero núcleo donde se encuentra el ADN o las mitocondrias, recubierto por una pared rígida formada por quitina (la misma que forma los exoesqueletos de muchos insectos y de otros animales). No cuentan con aparato locomotor ni tienen sentidos por lo que, en principio, no pueden interactuar con su entorno, pero… son heterótrofos, es decir, transforman materia orgánica externa para alimentarse (por ósmosis de materias disueltas como las plantas, pero a diferencia de ellas necesitan que sean sustancias orgánicas ya que no realizan la fotosíntesis); ahí radica su gran importancia para el medio ambiente pues son los principales descomponedores de la materia muerta, son los recicladores de nuestro planeta. Además, sirven de alimento a muchas otras especies, incluido el ser humano. Tienen una estructura compleja; su cuerpo está formado por dos partes, una vegetativa y otra reproductiva. La vegetativa (que no tiene clorofila) se compone -en los hongos pluricelulares- de una serie de filamentos llamados hifas (suelen ser microscópicas) que se extienden, y a su vez un conjunto de hifas forman el micelio (visible), el verdadero cuerpo del hongo. Respecto a la reproductiva, suele ser bastante vistosa en muchas especies como, por ejemplo, las setas que tienen un papel similar al de las flores en las plantas. Pues los hongos se reproducen por esporas, células germinales producidas mediante métodos tanto sexuales como asexuales (gemación y mitosis), que son diseminadas por el viento, animales u otros mecanismos y quedarán en estado latente hasta que se den las condiciones necesarias para brotar.
Ya comenté anteriormente que es un reino muy amplio y que podemos encontrar tanto hongos unicelulares y microscópicos como multicelulares e incluso de gran tamaño, existiendo prácticamente en todos los hábitats, incluso bajo el agua. Esa multitud de especies genera una amplia gama de clasificaciones, atendiendo a muy diferentes aspectos de su composición y estructura. Evitaré comentar las más técnicas, basadas en conceptos estrictamente científicos y genéticos; a mi artículo le encaja mejor esas que son más simples pero que resultan bastante prácticas.
Así veremos los tipos de hongos desde tres puntos de vista diferentes: según sus formas básicas, según sus efectos en los seres humanos y según su ecología (alimentación y funciones en relación con el resto de seres).
Según sus formas básicas hay tres grandes tipos: setas, levaduras y mohos.
- Las setas son los hongos más conocidos popularmente, aunque ya hemos visto que realmente sólo son la parte reproductiva.
- Las levaduras son hongos unicelulares que se caracterizan por descomponer la materia mediante la fermentación (aunque no son los únicos que la realizan). Transforman los hidratos de carbono y demás azúcares en otros elementos. El hombre las ha utilizado desde la antigüedad para la elaboración del pan, productos de repostería o de la cerveza, por ejemplo.
- Los mohos generalmente son microscópicos y formados por una masa de filamentos; suelen tener un comportamiento destructivo, deteriorando superficies y seres vivos. Pero dicha actuación no siempre tiene efectos negativos, como ocurre con los del género Penicillium, usados para obtener penicilina, elaborar quesos azules o en la obtención de vinos.

Otro de los tipos de clasificaciones es la que depende de cómo afectan al ser humano; propiamente no es muy científica, pero sirve para poder discriminar si tienen efectos positivos o negativos. Distinguiríamos entre comestibles, tóxicos, medicinales, parásitos y alucinógenos (o psicoactivos).
- Los comestibles son los más conocidos y los que generan mayor interés entre la población por su uso gastronómico, que generan actividades comerciales que a nivel mundial mueven más de veinte mil millones de dólares anualmente. La mayoría son muy saludables pues aportan minerales, proteínas y vitaminas mientras que apenas tienen calorías. Entre ellos algunos alcanzan la categoría de delicatessen como es el caso de las trufas o los boletus edulis (ceps).
- Los tóxicos, como su nombre evidencia, son aquellos que deterioran nuestra salud e incluso pueden provocarnos la muerte y que en muchas ocasiones son terriblemente parecidos a otras especies comestibles.
- Los medicinales producen efectos que permiten controlar e incluso eliminar enfermedades, permitiendo que se fabriquen medicamentos a partir de ellos. Actualmente existen fármacos de los más prescritos a nivel mundial con origen fúngico (al menos los de primera generación): antibióticos de tipo penicilina y cefalosporina, inmunodepresores como la ciclosporina o compuestos usados para controlar los niveles de colesterol (vinculados a la pravastatina, simvastatina y lovastatina), etc.
- Los parásitos, aquellos que parasitan tejidos de seres humanos causándoles enfermedades, mayoritariamente a nivel dermatológico, pero también provocan infecciones, en ocasiones bastante graves. La familia de las cándidas es un claro ejemplo de ellos.
- Los alucinógenos o psicoactivos han sido utilizados desde la antigüedad por su capacidad de alterar la conciencia, tanto en contextos religiosos como lúdicos y recreativos. Actualmente se estudian este tipo de hongos para posibles usos en los tratamientos de las enfermedades mentales.
Finalmente veremos las clases de hongos respecto a su papel a nivel ecológico, es decir, por su relación con los otros seres vivos. Los dividiremos en tres grupos: saprófitos, parásitos (coinciden con la anterior clasificación) y simbióticos.
- Los saprófitos son los que se nutren de desechos de otros seres vivos mediante una digestión externa a las células del hongo. Es el grupo más relevante para mantener los suelos fértiles, ejerciendo el reciclaje del medio natural. En algunas especies es su único medio de nutrición mientras que otras sólo la usan en algunas fases de su desarrollo.
- Los parásitos, como antes comenté, basan su subsistencia en la dependencia de un anfitrión, que puede verse perjudicado en menor o mayor manera por la existencia de su huésped sin conseguir ninguna ventaja por ello.
- Por último, nos encontramos con los simbióticos. Se caracterizan por depender de un sujeto que los hospeda, pero la relación con este resulta positiva y beneficiosa para ambos organismos. En este grupo también existen subdivisiones siendo las más conocidas los líquenes y las micorrizas.
Los líquenes son el resultado de la simbiosis entre un alga y un hongo. Este protege al alga, evitando que se reseque por la luz solar y las condiciones ambientales; el alga por su parte realiza la fotosíntesis y así proporciona alimento al hongo.
Las micorrizas es el caso más conocido y habitual, donde un hongo establece una relación simbiótica con las raíces de una planta, intercambiando minerales y agua por hidratos de carbono y otros compuestos orgánicos.

Desde hace años, gracias a la investigación y nuevos descubrimientos genéticos se está avanzando en numerosas, desconocidas y hasta sorprendentes aplicaciones de los hongos. Por ejemplo, se usan para conseguir enzimas para fabricar detergentes o procesar alimentos, en la industria textil para tratar el cuero, en la fabricación de pasta de papel, en la transformación del almidón. La capacidad de algunos hongos de acumular y después degradar sustancias tóxicas se podría aprovechar en procesos de descontaminación como vertidos de petróleo o pesticidas del tipo DDT. Por su parasitismo selectivo con ciertas plantas, son muy valiosos en el control biológico de plagas. Un futuro ciertamente muy esperanzador.
Ya estoy llegando al final y os puedo asegurar que hay mucho más que contar sobre este tema. Imaginaos, todo un reino. Sería el momento de explicar alguna curiosidad al respecto, pero tengo un par de recetas con setas, bastante fáciles y apetitosas, así que me las guardo para un artículo de la sección Como, luego existo. Y algún otro detalle que usaré en otro que ya está en previo proyecto. Aprovechando recursos, que la vida está muy difícil. Os espero el mes que viene ahí delante, aunque no sé si os estoy parasitando o lo nuestro es pura simbiosis. Y si un día de estos paseáis por un bosque y os sentáis a descansar y a disfrutar de la tranquilidad y del sosiego, recordad que no estáis solos, un reino os acompaña sin que os deis cuenta. Es el reino del silencio.
Cuidaos mucho.
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