El rodeo chileno
Desde el inicio de la humanidad, el hombre se ha relacionado de diferentes formas con los animales de su entorno: al comienzo, para defenderse y sobrevivir; luego, a través de la domesticación y la explotación.
Domesticarlos le permitió obtener de ellos diversos beneficios: como animales de compañía, como fuente de nutrición para su desarrollo físico (carne, leche, huevos) y además, para aprovechar sus valiosos subproductos (cuero, marfil, pieles) como abrigo, como materia prima para crear instrumentos domésticos y musicales, como fuerza de trabajo para arar la tierra y para el transporte de personas y/o carga.
Más tarde comienza la explotación al utilizarlos para su diversión:
En circos: para domarlos y enseñarles habilidades de fuerza, equilibrio, gracias, etc.
En carreras de caballos y galgos, y en otros países, hasta de cucarachas y caracoles.
Se cursan apuestas al ganador y muchas veces los animales participantes son víctima de maltratos.
En peleas: Las más conocidas son las de perros, gallos y camellos, y dada la crueldad que involucran, están prohibidas, pero se siguen haciendo en forma clandestina en muchos lugares.
Hoy se ha avanzado en legislación y se castiga a quienes les infringen daño deliberadamente. Existe delimitación de la pesca y caza, protección de parques naturales y prohibición de espectáculos con animales, entre otros beneficios en pro de su bienestar y conservación.
En las muestras de habilidades animales son más conocidas las de elefantes de la India que juegan fútbol y polo, los perros y focas que bailan y los caballos que realizan saltos (equitación) pruebas de velocidad (carreras) y muchas destrezas, como marchar, retroceder y caminar de lado, entre otras. En Chile, algunos “huasos” adiestran a sus caballos para bailar nuestra danza nacional, la cueca.
El rodeo chileno es una actividad ecuestre típica de mi país, reconocido como deporte nacional desde 1962. Comenzó a practicarse en el siglo XVIII. En la Plaza de Armas de Santiago se reunían los dueños de animales para marcarlos y así evitar robos y disputas entre vecinos. Con el tiempo esa faena se transformó en una actividad competitiva y recreacional que requirió la construcción de un lugar de encuentro habilitado para las diferentes pruebas en competencia. Este recinto de forma circular, se llama “Medialuna” por la figura que debe contener, en un radio de 20 a 25 metros, zonas bien delimitadas: el “apiñadero”, el lugar donde están apiñados los novillos que deberán ser “corridos” por una “collera” que los persigue hasta aprisionarlos contra los dos espacios a los costados, señalados como “atajadas” acolchonadas con sacos para amortiguar el golpe. Deben lograr que el animal se devuelva tres veces hasta la otra “atajada”, sin pasarse ni quedarse y se les otorga puntaje de acuerdo a su precisión y destreza.
La “collera” se trata de dos huasos a caballo usando sus mejores aperos, en los que lucen principalmente, sus chamantos tejidos a telar y bordados con finos hilos de sedas coloridas.
De acuerdo a la legislación, con el fin de proteger al novillo, este solo puede participar en una corrida y solamente cinco minutos como máximo.
Cuando salíamos de paseo en auto con mi papá siempre íbamos cantando tonadas interpretadas por los Huasos Quincheros, conjunto folklórico chileno. Las preferidas eran El rodeo y Fiesta Linda, ambas hacen referencia a esta importante fiesta criolla.
El estribillo de la tonada El rodeo dice:
Échame un novillo por la media luna
Junto a la bandera le hago la atajá
Y si se me pasa la yegua Fortuna,
mecón que la atajo con la Colorá.
Fiesta Linda comienza así:
Apura mi manco, apura
Que ya ha empezado el rodeo
Y la fiesta en la ramada
Está en su alegre apogeo
Apura mi manco apura
Que ya empezó la corrida
Y en todos los corazones
Palpita alegre la vida.
Plasmé en la obra “La atajá del rodeo chileno” mis vivencias en los rodeos y recuerdos de nuestros preciados viajes con mi padre cantando esas hermosas tonadas bajo el sol primaveral de octubre.

Texto e imágenes © Cecilia Byrne