El último baluarte de la incomprensión

Es duro escribir sobre lo que voy a escribir, pero desgraciadamente los acontecimientos dirigen mi pluma virtual hacia un recóndito rincón de la mente humana, que abrumado por su propia complejidad, decide irremediablemente acudir a su auto terminación.

Son ya cuatro personas relacionadas directamente con mi círculo cercano de familia y amistades las que han recurrido al suicidio para terminar con su vida en lo que va de año 2021. Cuatro seres humanos que decidieron, por las razones que ellos consideraran adecuadas, finalizar con su vida de manera abrupta, porque ni esta les entendía, ni ellos la comprendían… o quizá el problema residiera en que comprendían demasiado bien las vicisitudes de nuestra civilización y “sencillamente” no quisieran formar más parte de ella.

A veces siento que aquella añeja frase dictada por nuestros abuelos que reza: “la ignorancia da la felicidad”, no va desencaminada en muchas de sus vertientes. En muchas ocasiones hay gente que necesita imponerse a sí misma esa ignorancia con el fin de no afrontar la titánica cantidad de sufrimiento e incomprensión que asola al planeta.

A cifras de finales de 2019 (que con toda probabilidad hayan aumentado tras los eventos de la pandemia), la OMS afirma que unas 800.000 personas se suicidan cada año alrededor del mundo. Sin embargo, las cifras de tentativas de suicidio aumentan exponencialmente cada año a números tan escalofriantes como imposibles de determinar. La OMS, mediante sus estudios, nos confirma una terrible verdad que muchos ya sabíamos, porque la juventud, según en qué entornos, es una época muy complicada de sortear si las condiciones no son adecuadas. Una verdad que está ahí, y que muchos de nosotros simplificamos por pura ignorancia a premisas como “son problemas psicológicos innatos”, “inestabilidad permanente”… pero lo cierto es que el suicidio es la tercera causa de muerte para los jóvenes de edades entre 15 y 19 años.

Oh no… de nuevo el mismo error, no simplifiquemos. Reducir y simplificar demuestra holgazanería y falta de comprensión. Y como siempre les digo, no todo en esta vida es blanco o negro, o está arriba o abajo…

A día de hoy, como en su día lo fue la depresión y la ansiedad, el suicidio es un tema tabú que se encuentra absolutamente estigmatizado. Esto en sí mismo no ayuda a que las personas que se encuentran dispuestas a ello intenten buscar ayuda por todos los medios factibles, ya que es posible que se topen de frente con los subproductos de este estigma social. Los pregoneros ignorantes de café, copa y puro anuncian a viva voz y a los cuatro vientos de la roseta, que el suicidio es un acto de la cobardía más vil y malsana que nadie puede llegar a practicar.
Los acólitos católicos lo consideran pecado, y sin miramientos, mandan directamente al infierno a la víctima de la complejidad humana… y mientras tanto, lo único que queda son familias desoladas, amigos hundidos y conocidos sorprendidos. Bajo mi modo de ver, recurrir al suicidio no es un acto valiente, pero les aseguro que está lejos de ser algo cobarde.

Considero que la principal cuestión a tratar aquí es si ese suicidio podría haber sido evitado con ayuda. Pero para que la persona pueda siquiera considerar la petición de asistencia, el estigma y tabú del que hablábamos anteriormente debe desaparecer. Les aseguro que en cuanto lo haga, podrán salvarse muchas, muchísimas vidas. No todas… pero muchas. Estoy seguro.

Es complicado dar cifras. Y si uno intenta informarse, en cada página web ve unos datos y unos lugares distintos. Tras contrastar mucho y estudiar objetivamente el desastroso panorama de la desinformación de internet, lo que uno tiene en claro es que el suicidio no distingue entre países ricos y pobres, sucede en todos los sitios, abogado por situaciones de extrema pobreza, problemas financieros, violaciones y/o abusos… la lista es larga. Y estos números aumentan entre poblaciones vulnerables por objeto de discriminación como comunidades indígenas, homosexuales, transexuales, reclusos carcelarios… Muchos de los países camuflan estas cifras como asesinatos, homicidios o accidentes, por lo que es complicado establecer números reales.

Como aterrador dato contrastado que sí ofrece la OMS, en 2016 la segunda causa principal de defunción de personas comprendidas entre 15 y 29 años en todo el mundo, fue el suicidio.

Y de nuevo, nos encontramos ante un subproducto de nuestra propia complejidad. Y de nuevo nos encontramos ante un estigma que pretendemos olvidar y simplificar. El suicidio es un problema muy grave que nos concierne a todos, es una importante cuestión a tratar en la salud pública. Y en muchos casos es prevenible mediante intervenciones oportunas. Y en muchos otros casos es prevenible simplemente aportando dos cosas: corazón y oído.

“No, pero aquí en España, como vivimos mejor, se suicida menos gente…”

“Claro, allí en Noruega y en Islandia se suicidan porque no tienen la luz del sol…”

*Permítame hacer un inciso aquí, querido ignorante, y comentarle que en verano, esos dos mencionados países tienen más luz solar que España. Cosa de las fuerzas del universo a pleno rendimiento…

“Se ha suicidado porque era un idealista…”

“Se ha suicidado porque siempre estuvo mal de la cabeza…”

…y mientras tanto, el mundo sigue imparable su camino, y los caídos se olvidan, especialmente los incomprendidos…


© Daniel Borge
Imagen de Lukas_Rychvalsky en Pixabay

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