En el jardín
Los cachorritos son malos. Sé de lo que hablo. He tenido tantos que en nuestro jardín hay más tumbas que flores. A veces desentierro alguno. No importa cuál. Para mí todos son iguales. Nunca tuvieron nombre. Así es más fácil recordarles y también olvidarles. Todos han sido malos. Todos han terminado mordiéndome. Mamá llora cada vez que uno de ellos me muerde. Papá se limita a llevar el cuerpo al jardín. Al día siguiente siempre hay uno nuevo. Papá dice que debo aprender a controlarme. Mamá me abraza y no sé si decirle que anoche me colé en la casa de la vecina y descubrí que también los bebés son malos. Que ellos también muerden.