En las montañas de Hakone
Por la silueta del lejano monte baja una luz de oro dormido, que poco a poco se irá desprendiendo por los silenciosos campos, mientras que las primeras aves estrenan el aire que aún tiene las telarañas del sueño.
Dos margaritas lloran por no ser de nadie.
Me siento pleno, coronado por esa luz, y espero que el día que viene no olvide el pasado de la memoria azul, que podamos seguir esta efímera existencia con la cálida blusa de la historia viva, en un flujo armónico con los colores del tiempo.
Me siento pleno, aquí en las montañas de Hakone, donde el pasado y el futuro se miran a los ojos, ante las sorprendidas miradas de las garzas. Algún día los lirios escribirán con sus tallos divinos la emoción que sintió este caminante que, sentado en una piedra con suspiros de diamante, se estremeció con el temblor del universo y la inmensa calma de la naturaleza en su carne.
Solo el que lo ha vivido sabe de lo que hablo.
Dos margaritas sonríen bajo mi sombra.
Texto e imagen © Felipe Espílez Murciano