Escribo para los hombres de Carmen Nöel
Escribo para los hombres.
Miro sus pensamientos tristes
tirados entre sus cosas,
como guedejas larguísimas de alma de mar
o diminutos tramos de nube o sombra
volcados hacia sus lágrimas.
Veo crecer sus interminables brazos con sed de alas,
sus imprecisas carencias
rotas de miedo y de amor
contra los espejos del mundo,
sus sueños desvencijados una y mil veces,
colgando, como harapientos recuerdos,
entre los lánguidos sauces del tiempo,
muertos.
Escribo para los hombres.
Conozco sus pupilas dilatadas en la noche,
sus intranquilas miradas de sueño
sobre el abismo insondable,
su profundísimo grito clavado en el vientre oscuro
de un universo ancestral que le atormenta y le llama.
Veo su pobre abandono,
sus dulces heridas viejas,
su confusión,
su corazón mutilado y su mirada rota
contra un interminable horizonte por conquistar.
Veo la piel de sus lágrimas,
siento la desnudez de su imagen
reptando sobre un diminuto planeta,
palpo cada minúsculo trazo de dolor cansado,
cada retazo de sombra que se esconde y duerme,
cada herida destilada
en la profunda y solitaria huella en que la noche habita.
Escribo para los hombres.
Sé de su caricia triste,
de su indolencia ausente,
de su lenguaje impreciso y torpe
volcado en el vacío y el laberinto.
Sé de su continua guerra contra un enemigo invisible
que acecha, insistente, desde lo incierto.
Veo su nombre marchitoarrastrado por las obscenas galerías del sueño
y el desvarío,
oigo sus aleteos tibios contra la aurora,
huelo su humedad de tierra,
grito su volcán de rosa,
evoco su poder de luna,
lloro los permanentes latidos que abrasan su corazón encendido
y reconozco el alma herida
que arrastrará su marchito nombre
por las ardientes galerías del miedo,
el olvido
y el infinito.
Escribo para los hombres.