¿Escultores de nuestro propio cerebro?
Soy un cerebro, Watson. El resto de mí es un mero apéndice. Arthur Conan Doyle
Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro. Santiago Ramón y Cajal
Hoy hablaré del cerebro, al menos lo intentaré. Un tema que me atrae desde hace meses y que al mismo tiempo temía, intuyendo su complejidad. No estaba equivocada, pero no me voy a arredrar por ello. Me conformo con no enredarme demasiado en las explicaciones y traspasaros un poco del entusiasmo que este órgano me genera y de la necesidad que tengo por saber sobre él. Puedo anticiparos que con lo que he leído sobre él, ahora sé un poco más, pero también he aumentado exponencialmente mi desconocimiento. ¿Paradoja? Quizás sí, pero las ganas por seguir investigando y aprendiendo sobre él también se han intensificado. Ya me contaréis que opináis vosotros cuando lo hayáis leído.
Decía Isaac Asimov que el cerebro humano es la organización más complicada de la materia que conocemos. Y Charles Scott Sherrington (neurólogo ganador del Nobel de Medicina de 1932 y de la medalla Copley de 1927), que el cerebro es un misterio; ha sido y seguirá siendo. ¿Cómo produce el cerebro pensamientos? Esa es la pregunta central y todavía no tenemos respuesta a ella.
Además de hablar superficialmente de lo que hay bajo nuestro cráneo, a lo largo del artículo me gustaría desmentir una serie de mitos y leyendas urbanas (los neuromitos) que son tan atrayentes como para ocultar la verdad de todos esos aspectos. Ha llegado, pues, el momento de abandonar las declaraciones de intenciones y comencemos con los contenidos.
El cerebro además de ser el órgano más importante, sofisticado y complejo de nuestro cuerpo, que lo es, gestiona y dirige el sistema nervioso de nuestro organismo. Es decir, participa en todas las acciones -tanto físicas como psíquicas, tanto conscientes como automáticas- que realizamos cada día y que nos mantiene vivos. Es la parte más importante del encéfalo (formado por el cerebro propiamente dicho, el cerebelo y el tronco cerebral) que junto a la médula espinal forman el sistema nervioso central. Por mucho que se afirme, incluso desde fuentes que a priori parecen serias y bien informadas, que el cerebro es un músculo, nos encontramos ante el primer mito. Que se rebate simple y de manera directa pues celularmente no está formado por miocitos, las células musculares características, sino por neuronas y células gliales (en unas cantidades sencillamente astronómicas, más de cien mil millones de neuronas y alrededor del billón de gliales).

El cerebro pesa entre 1’3 y 1’5 kg y tiene un volumen de unos 1300 cm3, quizás el de mayor tamaño relativo (en comparación con el tamaño del cuerpo) del reino animal. Representa un 2% del peso corporal, pero utiliza aproximadamente el 20% de la cantidad total de energía del cuerpo y el 25% de la sangre que bombea el corazón. Es el órgano humano que más grasa contiene (60%) y está protegido por el cráneo y por las meninges (membranas que impiden el choque contra los huesos), flotando en un líquido transparente –líquido cefalorraquídeo-, que cumple funciones de protección, tanto físicas como inmunológicas. Porque el cerebro tiene una consistencia muy frágil y cualquier lesión tendría consecuencias irreversibles en nuestra vida.
Antes de proseguir con las partes y funciones de los componentes del cerebro, quiero mencionar las funciones de los otros elementos del encéfalo. El tronco cerebral está conectado a la médula espinal y se encarga de funciones básicas como la respiración involuntaria o el ritmo cardiaco. Por su parte el cerebelo se encuentra en la parte posterior e inferior del cráneo y regula la coordinación del movimiento y el equilibrio, sin él no nos moveríamos correctamente; también realiza algunas funciones cognitivas como la orientación, la fluidez fonológica y regula parte del lenguaje, de la gramática y de la prosodia. En él reside la memoria a largo plazo no declarativa (patrones de movimientos y destrezas motoras) y funciones ejecutivas como la atención, la planificación y el razonamiento. La corteza cerebral (o córtex) es la parte externa del cerebro y fácilmente reconocible. Es muy extensa (como un par de páginas de periódico), está contenida en el cráneo gracias a numerosos pliegues y hendiduras (a las elevaciones se las llama circunvoluciones) y sólo la tercera parte está expuesta en la superficie, el resto de halla en las profundidades de los surcos. Así se aprovecha mejor el espacio y permite una mayor velocidad en la comunicación entre diferentes regiones pues se encuentran más cerca. Forma parte de la llamada sustancia gris, componente del tejido cerebral y creada por los cuerpos de las neuronas (somas). Debajo de la corteza se encuentra la sustancia blanca, otro componente, formada por las prolongaciones de las neuronas (axones) que están recubiertas por mielina y esta les proporciona el color blanco; esta sustancia las protege y mejora la velocidad y la transmisión de las señales eléctricas a través de los axones.
Bajo la corteza encontramos una serie de estructuras como el hipotálamo, el tálamo, el hipocampo y la glándula pituitaria o hipófisis. El hipotálamo es el termostato del cuerpo. El tálamo se encarga de la integración sensorial, la integración motora, el sueño y la conciencia. El hipocampo gestiona y almacena los recuerdos, así como algún tipo de memoria a largo plazo (la memoria declarativa, recuerdos conscientes); también consolida los aprendizajes y vincula los recuerdos con las emociones y la percepción visual.

La glándula pituitaria tiene el tamaño de un guisante y libera las hormonas que ayudan a crecer y las que controlan las cantidades de azúcar y agua del cuerpo. También es el área que supervisa el metabolismo del cuerpo: la digestión de los alimentos, la respiración y la circulación de la sangre. No confundir con la llamada pituitaria roja, la mucosa situada en la porción inferior de la cavidad nasal; no tiene función olfatoria, pues su finalidad es calentar, humedecer y filtrar el aire antes de que pase al resto de la vía aérea superior y pulmones.
El cerebro está dividido en dos grandes partes, los hemisferios izquierdo y derecho, que están conectados entre sí por un conjunto de fibras, que constituyen el cuerpo calloso. Cada uno de los hemisferios cuenta con cuatro lóbulos, delimitados por tres surcos largos y profundos (cisuras de Silvio, de Rolando y la perpendicular externa) : frontal, parietal, temporal y occipital. Y cada lóbulo contribuye de manera diferente a las distintas funciones del cerebro.
El lóbulo frontal se encuentra en la parte delantera de cada hemisferio. Además de ser el auténtico director del cerebro, es el responsable del control voluntario de los músculos esqueléticos, de la personalidad, del proceso intelectual y de la comunicación verbal.
El parietal, se halla en la parte superior y lateral de cada hemisferio. Se encarga de la percepción de estímulos relacionados con el tacto, la presión, el gusto, la temperatura y el dolor, así como del control de los movimientos voluntarios. Recibe y procesa información visual del lóbulo occipital.
El temporal se encuentra en la parte inferior, a la altura de las orejas y llegando hasta las sienes. Está involucrado en la interpretación de las sensaciones auditivas y de la memoria visual y auditiva. También se asocia al lenguaje y la comunicación. Contiene al hipocampo.
El occipital está en la base del cráneo. Es el centro de coordinación de los movimientos oculares, la correlación de las imágenes visuales y la visualización consciente.
Y ahora toca hablar de los hemisferios cerebrales, el punto donde se concentra el mayor números de mitos, muchos basados en teorías anticuadas y actualmente desacreditadas, otros simplemente por desinformación o por mezclar conceptos y gráficos que sólo deberían servir para los estudios neurológicos.
Tenemos dos hemisferios cerebrales unidos por un conglomerado de fibras nerviosas, que posibilita la continua y rápida información entre ellos y posiblemente la base de nuestra inteligencia dependa del grado de conexión entre ambos hemisferios. Resulta curioso que tienen una relación inversa respecto a nuestro cuerpo, cada uno es responsable de la actividad del lado opuesto del cuerpo.
Es cierto que cada hemisferio está especializado o lleva el peso en ciertas funciones, pero ambos trabajan en conjunto con una precisión absoluta, no son independientes entre sí, aunque trabajen de manera diferente. No existe ninguna tarea que la realice uno solo de los hemisferios, sí que cada uno de ellos está más especializado que el otro en determinados procesos, incluso esas áreas pueden
variar un poco dependiendo de la persona. Un ejemplo de compartición de tareas, al hemisferio izquierdo se le atribuye el lenguaje, pero el derecho ayuda a comprender el contexto y el tono. El izquierdo maneja ecuaciones matemáticas, pero el derecho ayuda con comparaciones y cálculos aproximados.

El neuromito de los dos hemisferios se basa en los estudios que en los años 60 realizó el neuropsicólogo Roger W. Sperry (ganó el Nobel de Medicina en 1981), hoy día totalmente anticuados. Según él, el izquierdo es más verbal, analítico y ordenado y le llamaba digital; vinculado a la lógica, la secuenciación, pensamiento lineal, matemáticas, etc. En cambio, el derecho es más visual e intuitivo, llamándolo analógico; de él dependería la imaginación, la intuición, las artes, el ritmo, señales no verbales, fantasear, etc.
Con el paso de los años esta teoría se ha desvirtuado y se ha creado la idea de que existen personas con cerebro izquierdo o con cerebro derecho; incluso últimamente se llega a especular si tu cerebro es parietal, temporal, etc. Pseudoteorías que se han acentuado en los medios digitales, por lo que una simple búsqueda sobre los “hemisferios cerebrales” puede arrojarnos suposiciones incluso más absurdas, como que el cristianismo es una religión de cerebro derecho, o que los mejores empleados son los que usan más su lado izquierdo del cerebro. E impone la idea equivocada de que una persona no podrá desarrollar aptitudes que no sean las de su hemisferio predominante. Los rasgos generales de la personalidad, las preferencias individuales o el estilo de aprendizaje dependen más de la genética o del entorno social que del “tipo de cerebro”.
Otro neuromito que hay que derribar es ese de que sólo usamos el 10% de nuestro cerebro. Totalmente falso, usamos el cien por cien, simplemente que activamos especialmente las áreas necesarias con cada actividad en cada momento, pero cada una de ellas prácticamente necesita del conjunto completo.
Quizás también hayas oído hablar del cerebro triuno o trinio, otro de los mitos inexactos. En los años 60, Paul MacLean propuso que el cerebro humano realmente eran tres cerebros en uno: reptiliano, sistema límbico o emocional (paleomamífero) y neocorteza o humano (neomamífero). Llanamente ha quedado obsoleto pues utiliza unas divisiones que sirven para las teorías de la evolución del cerebro, pero que no se corresponden con lo demostrado en todos los estudios posteriores.
Ya estoy recogiendo velas, pero aún tengo algunas cosas que añadir y alguna anécdota o curiosidad que contar.
- El cerebro no es multitarea pues pierde productividad, le gustan las tareas una a una
- No siente dolor porque no tiene receptores del dolor (nocireceptores)
- Las dietas no le vienen nada bien pues en caso de ser exageradamente estrictas, sus células pueden llegar a autofagocitarse (sus propias proteínas)
- El cerebro ha convertido el recordar en todo un arte, guardando al momento dos copias de cada recuerdo, una de las cuales desaparecerá con el tiempo y la otra quedará en la memoria a largo plazo
- También te engaña con los recuerdos, pues los modifica según motivaciones, sensaciones, contexto y frecuencia. Incluso si no recuerda algo en concreto, automáticamente intenta llenar el espacio con lo que cree más conveniente o con lo que otra persona le dice
- Cuando se comienza a aprender algo nuevo, la estructura del cerebro cambia (neuroplasticidad)
- El alcohol no mata las neuronas, pero sí las incapacita; tampoco causa esclerosis múltiple
- Según recientes estudios, la música y el lenguaje comparten redes neuronales, aunque tradicionalmente se localizaba el lenguaje en el hemisferio izquierdo y la música en el hemisferio derecho
- Otros destacan que el cerebro de los hombres es un 14 % mayor que el de las mujeres, pero sin embargo, el cerebro femenino está mejor organizado y procesa más rápidamente la información
- Una persona no puede hacerse cosquillas a sí misma pues la mayoría de cerebros sólo perciben los estímulos externos
- El bostezo es todo un misterio. La teoría más aceptada es la de que mediante el bostezo, refrescamos el cerebro y aumentamos la velocidad de respuesta
- Einstein tenía un cerebro algo más pequeño que la media, pero con mayor densidad de neuronas y conexiones sinápticas
- El 22 julio se celebra el Día Mundial del Cerebro
Y hasta aquí he llegado en esta ocasión. No sé si os habréis fijado en que apenas he mencionado a las neuronas y a las células gliales. Me las guardo para un próximo capítulo, con el fin de completar el artículo de hoy. Demasiada complejidad y belleza para una sola entrega.
Nos vemos el mes que viene -marzo- y, tradición mía, una mujer ocupará estas páginas. Cuidaros, os necesito ahí delante.

Fuentes y Referencias – ABC, Academia Play, Adamed TV, Agencia SINC, Ask an antropologist, Ask a biologist, A tiempo TV, Awen Psicología, BBC, BBVA Open Mind, Caldaria, CanalPsico, Circunloquio Editorial, Cognifit, Coterfam, Ecotec, Eduforics, El Economista, El Mundo, El País, El Prado Psicólogos, Fundación Pasqual Maragall, Getty Images, Health Line, Investigación y Ciencia, Khan Academy, La Mente es Maravillosa, La Vanguardia, Logolea, Mejor con Salud, Mundo Asperger, Mundo Psicólogos, Muy Interesante, National Geographic, Neurociencia con Dr. JR Alonso, NeuroMarketing, PsicoAula, Psicolab, Psyciencia, Público, Puleva, Science Directe, Significados, Sputnik News, SV Neurología, Tekcrispy, Tendencias, Universidad Veracruzana, Wikipedia, Xataka