Esperando a Aki
Te esperaré en la espalda del camino, a contrasol de los caminantes, justo a las cinco, a las cinco, a la hora en que se enrojece la sangre y el sol se hace atardecer en las venas del aire.
Y en ese justo momento de jazmines y de alondras, romperé mi juramento de recordarte solo en la sombra.
¡Que tu presencia ponga un kimono a las flores que nadie nombra!
Te esperaré en la espalda del camino, con las manos abiertas en amapola, los brazos volando lirios y el corazón de mar, en una ola. Un junco de luna alargada nos servirá de farola.
Tú estarás cosiendo la tarde, yo, enhebrado suspiros y entre tú, yo y el aire volveremos a ser los que fuimos. Tú le cantarás a las fuentes y yo me haré agua en racimos.
Te esperaré en la espalda del camino donde giran los girasoles. Tráete, si quieres, aquella libreta con venitas de renglones donde te dibujaba mis versos si aún la conservas.
Si no fuera así, yo te escribiré en la yerba. A las cinco, justo a las cinco, cuando se duermen los relojes y tu cara blanca, blanca, se deshace de nata hacia la noche.
Texto e imagen © Felipe Espílez Murciano