Explorando la región de los Lagos donde el Arte Cautiva el Espíritu
Si es preciso destacar algún lugar de Chile por su belleza natural, su historia, su patrimonio cultural, su gastronomía, imposible no referirse a la Región de Los Lagos, donde se encuentran las hermosas ciudades de Puerto Varas, Frutillar, Puerto Octay y Puerto Fonk a orillas del Lago Llanquihue junto a tres majestuosos volcanes nevados.
Puerto Varas es la ciudad que atrae más turistas y migrantes no solo por su belleza natural sino por la tranquilidad y calidad de vida que allí se respira. Es un destino de ensueño para los amantes de actividades deportivas, tanto acuáticas: navegación a vela y a motor, windsurf y kitesurf, kayak y canoa, buceo, Stand Up Paddle (SUP) como físicas entre las que se destacan el senderismo, esquí, snowboarding y trineo.
La historia de Puerto Varas tiene la marca indeleble de la colonización alemana que se inició en el año 1853 gracias a un decreto de colonización enviado a Europa para invitar a poblar esta zona, entonces inhóspita y desconocida. La arquitectura es típica alemana: casas de madera con tejados puntiagudos evocan el devenir de sus esforzados ancestros germanos, que nos dejaron la herencia de su gastronomía y cerveza artesanal: famosos son sus exquisitos manjares elaborados con recetas transmitidas de generación en generación, hasta hoy: cafés, pastelerías, dulcerías salen al encuentro del visitante en todo lugar: kuchen, strudel, panes, pasteles, tortas, tienen aromas y sabores de ensueño, imposibles de encontrar en otros lugares. Y como se sitúa muy al sur, en temporada de invierno, refugiarse de la lluvia y disfrutar un trocito de estas dulzuras junto a un té, café o chocolate calentito, ¡mmm!, permite paladear el mismísimo cielo.
La atracción que despierta en mí esta región por las vivencias experimentadas me llevó a plasmar una pintura en óleo titulada Explorando la Magia del lago Llanquihue, donde cada trazo pretende contar la historia de ese lugar de ensueño.

A través de esta pintura los invito a realizar un viaje visual a las principales ciudades de esta región, Puerto Varas y Frutillar, a sumergirse en la quietud del lago Llanquihue y a contemplar la majestuosidad de sus volcanes.
La iglesia Sagrado Corazón tiene una imponente arquitectura con sus tres torres señoriales que se alzan hacia el cielo de frente al volcán Osorno, con su forma perfecta y siempre nevado, constituyen la imagen más representativa de esta hermosa ciudad.
Una de las atracciones turísticas más importantes y paseo obligatorio es la visita al Parque Nacional Vicente Pérez Rosales. ¡Es un lugar mágico! Caminar por senderos a través de una exuberante vegetación que nos conduce a los famosos Saltos del Petrohué: pequeñas cascadas de agua color esmeralda que caen sobre formaciones de rocas volcánicas y serpentean entre los frondosos árboles, a su paso provoca un sonido que aumenta en intensidad a medida que nos acercamos a la orilla del río. En los miradores, ubicados en zonas estratégicas, el agua serpentea y con la fuerza de la caída del agua se forma espuma y un suave rocío puede impregnar tu rostro y en ocasiones empaparte de pies a cabeza.
La visita al Museo Pablo Fierro “El arte de Soñar” fue una experiencia maravillosa. Desde su atractiva fachada que luce un gran reloj cucú y tres tipos de transportes cargados con maletas antiguas en su techo: una citroneta amarilla, un autobús escolar verde “Solo se vive una vez” y una Volkswagen Combi naranja. En su interior nos encontramos con el artista que compartió sus historias y permitió que pudiésemos tocar y fotografiar todo lo exhibido: radios, máquinas de escribir, piano, juguetes, utensilios hogareños, fotografías antiguas de los colonos, revistas y diarios amarillos por el tiempo, un buzón de correos con miles de cartas escritas por los visitantes, una sala de clases con pupitres, pizarra con tiza y cotonas colgadas.
Bordeando el lago a 28 kms. llegamos a Frutillar, un balneario famoso por sus Semanas Musicales que actualmente se desarrollan en el internacionalmente famoso Teatro del Lago, el centro cultural más importante de Sudamérica y el más austral del mundo. Se trata de un festival de música docta que cada año, en verano, deleita con conciertos de importantes orquestas y artistas nacionales e internacionales. Durante el año se realizan allí clases de música, canto y muchas actividades culturales.
La visita al Museo del Colono Alemán nos permitió conocer el legado cultural e histórico a través de una colección de objetos, instrumentos musicales, fotografías históricas y documentos que cuentan la historia de la colonización alemana en Frutillar y representaciones de la vida de los colonos con su vestimenta tradicional. Su construcción es estilo alemán, de madera, cuenta con un molino de agua y un escenario al aire libre donde se hacen presentaciones de música y danzas tradicionales
Sus playas son ideales para disfrutar de un relajante baño en sus cristalinas aguas y realizar deportes acuáticos. El 17 de febrero de 1990, día de mi cumpleaños, estábamos de vacaciones y mi hija Tatiana, de once años, como regalo de cumpleaños me invitó a navegar en nuestro bote inflable. El lago parecía una taza de leche y me animé a salir de paseo. Tatiana con ambos remos surcaba lentamente las tranquilas aguas del lago mientras yo, sentada de frente a la playa podía distinguir todo lo que sucedía allí. De pronto la escena cambió radicalmente, la gente comenzó a achicarse y los vi levantarse. ¡una corriente submarina nos había atrapado! El pequeño bote avanzaba a una velocidad increíble sin que Tatiana y yo pudiésemos controlar la situación. Tuvimos mucha suerte pues una lancha pudo rescatarnos. Al llegar a la orilla de la playa toda la gente aplaudía festejando nuestro regreso. Yo aún choqueada por la experiencia no podía identificar mis emociones: alegría o vergüenza. Lo cierto es que nunca volví a subirme al bote salvo en la laguna artificial que posee el condominio donde vivo.
© Texto e imagen: Cecilia Byrne