Galgos

Al terminar de pintar las Bodas de Caná se perdió un galgo del lienzo, había pintado tres y cuando lo vio a su lado le sonrió y lo cuidó siempre en su casa de Venecia. El perro miraba al monasterio de San Giorgio con la esperanza de ver a sus otros dos amigos llegar montados en una barcaza, pero no llegaron y pasaron los siglos, menos aún cuando el lienzo viajó a París por orden de Napoleón, y siguieron pasando los siglos.
Una mañana en el museo del Louvre algunos visitantes quedaron desconcertados, habían desaparecidos los otros dos y los músicos que a su lado perpetuamente alegraban la boda tenían una sonrisa cómplice, Veronés, Tiziano, Tintoretto y Bassano se miraban, tocaban más fuerte, había mas vino.
El cómo llegaron a Venecia pertenece al secreto absoluto, quizás algún día lo cuente, si me dan permiso claro, y desde ese día cuando reina la noche , el silencio, cuando la ciudad respira sin turistas y sin vecinos, transformándose en una ciudad desierta, mágica, increíble, hermosa y húmeda, con su eterna marca de agua, los sacan a pasear y descansan en la Plaza de San Marcos, siempre frente a San Giorgio Maggiore, esperando por qué no, que la música de los maestros montados en una góndola engalanada rompan el sonido mudo de las estrellas, antes de que los primeros rayos de oro devuelvan como un artificio la vida cotidiana.

Texto e imágenes © Emilio Poussa