Genio y figura
Por fin, papá había dejado de tomar coñac después de comer.
– ¿Lo de siempre? Le preguntó el camarero.
-Sí, sí, un poleo menta.
Y así nos lo creímos todos, hasta que un día mamá teniendo el estómago revuelto dio un trago. No lo mató porque la sujetaron. Aquello en taza, plato y cucharilla era whisky.
Texto © Lucía Santamaría Nájera
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