Hasta perder la cabeza (II)

A los patriarcas de mi vida…por siempre…

Siguen depositando flores alrededor del féretro, algunos se sientan en el banquillo, con la marca de tu ausencia sobre la frente. Hay quienes evitan mirar tu rostro irreconocible. Pensar que eras atractivo y exhalabas esa energía invisible que nos conectaba y te animó a buscarme tras décadas de ausencia.

Mañana leeré el obituario, responderé a las coronas de caridad y firmaré el último cheque: tu cuerpo será sal de la tierra, partícula extraviada en medio del universo…Dios te salve María, llena eres de gracia…

Unos metros más allá aparece la escena perniciosa de tu primera y segunda esposa respectivamente, murmurando entre sí, sonándose los mocos, luego de saludarse tras largos años de odio. De hecho; la segunda estaba casada con tu mejor amigo, y entre almuerzos de camaradería, jugadas de póker y eventos familiares, acabaron enredados en la cama. La primera se negaba al amorío que prosperó ante sus narices. Pronto le pediste el divorcio para contraer matrimonio nuevamente, cosa que vengó con sexo y striptease, los fines de semana fuera de la ciudad, mientras visitabas a los pequeños a quienes finalmente abandonaste para librarte de ella. Cuesta comprender cómo sobreviste a la soga que esas locas tiraron hasta descuajaringarte.

Llueve; el agua golpea las tejas, baja en chorros por las canaletas, intenta entrar a la capilla en donde la penumbra te vuelve fantasmal. Poco importan los meses en vela, el cuerpo maltratado y los bolsillos exangües. Hace rato que la segunda merodea por aquí, con el vestido de broderie que deja entrever sus tetas descomunales. Extiendo mi mano para saludarla, me evita, luego ensarta su odio en mi garganta. Estaban separados de hecho cuando nos reencontramos. Tras siete años luchando contra la bipolaridad, se marchó con un colega tuyo, y en cuanto asumiste que no regresaría, te armaste de valor para venir a buscarme. Pese a ello nunca dejaste de frecuentarla para llevarla a la cama con la excusa de algún turno extra. Para entonces tenías 47 años, dos matrimonios a cuestas, siete hijos y unas cuantas amantes. A esas alturas ya jalabas el polvo ácido del sadomasoquismo.

A una semana de morir te pregunté si la amabas. No respondiste; aludiste a nuestro reencuentro incondicional. Fueron 4 años de pololeo, antes de que embarazaras a tu primera esposa, y me dejaras para concretar el improvisado matrimonio. Juré ignorarte por el resto de mi vida y acabé siendo tu mujer, tu enfermera y ama de llaves. Te cuidé con abnegación, solía llevarte al parque en la silla de ruedas, allí cogías mi mano y apretabas mis nudillos mientras te  acariciaba. Algo murmuraste la última vez: dejar zanjadas tus deudas; las económicas, porque las otras, esas te harían vagar sin descanso alrededor del camposanto.

Dios te salve María, llena eres de gracia… Tu primera mujer no para de mirarme mientras ondula su cabello con las yemas de los dedos… el señor es contigo… Algo bello tiene la fría perversidad de su mirada… Bendita tú eres entre todas las mujeres…Le juraste amor, me juraste amor, tuvo dos hijos que tanto soñabas…Bendito es el fruto de tu vientre… ¿Me amabas como decías? ¿Me amabas cuando entrabas en su cuerpo hasta fundirte con ella?

Sigues allí haciéndote el muerto, sin guiñarme el ojo como antes. Ahora la segunda no para de fumar; la primera le enrostra el infame momento en que abandonaste a sus hijos, y a juzgar por su expresión; desea subir al cielo para aventarle un escupo desde la cima de su odio.  Me pregunto qué será de ti en las profundidades del mundo sin culo que te consuele.

Padre nuestro que estás en el cielo…Una jovencita visiblemente acongojada acaricia el ataúd como intentando revivirte. Dicen las malas lenguas que es hija de un chofer de ambulancia que guardaba por ti un respeto reverencial… Santificado sea tu nombre…Tiene el cabello largo y un cuerpo escultural. Lleva una minifalda que revela hasta su conciencia…No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal…

Continuará…


© Texto de Roxana Heise
© Imagen de PIRO4D

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