Helsinor
Entre el musgo que enlaza tus húmedas piedras
he guardado secretos de mi corazón malherido.
¡Helsinor! Amado castillo.
La esencia de mi vida se oculta en tus almenas,
donde he sufrido los más crueles desengaños.
Pero existió un amor que redimió mi alma de su presidio.
Más, cual cervatillo, huyó en busca del frondoso bosque de la libertad.
¡Ah! Mi dulce Ofelia.
Aún aspiro entre la bruma que enturbia
mis pupilas y adormece mis sentidos,
el dulce aroma de las violetas,
que tú abandonabas en las estancias,
donde un día habitó el amor de esta familia.
Y del que hoy sólo resta la sombra de una traición.
De un crimen horrendo que me dejó huérfano del mejor de los Reyes y del mejor de los padres.
Allí, en la ventana de esa oscura torre, veo titilar la luz que cobija la incestuosa traición de mi madre y Claudio.
El pavor hiela mis huesos.
¡Padre, no cargues mis débiles hombros con tan ardua tarea!
Y tú, mi sensible paloma canta tu romanza.
Esparce pétalos sobre mi frente.
¡Tengo frio Ofelia!
¡Ven!
Deja que bese el borde de tu cabellera de oro.
Tú, lo único inocente que aún habita en Helsinor.
Y a la medianoche, de nuevo el espectro que grave susurra:
Hamlet! ¡Hijo mío, venga mi memoria!
Y yo, ¿que he de hacer?
Ser cauto porque el temor es precaución.
O arrancar la pérfida careta de Gertrudis y Claudio, que ahora mismo yacen en el abominable lecho del pecado.
Más yo no puedo,
ni quiero,
ni debo
ser el juez y la mano ejecutoria de mi propia madre.
¡Ah! Las sienes me estallan.
Cándida Ofelia regresa!
Porque Ser o no Ser.
Venganza o perdón.
Justicia o iniquidad.
Locura o razón.
No son más que palabras que se pierden en la densa niebla de esta noche gélida, en la que tú no estás.
Ven mi fresco estío.
Amable reproche.
Mi cruel embeleso.
¿Dónde estás Ofelia?
© Texto de Rosario de la Cueva
© Imagen: Ofelia, cuadro de John Everett Millais (1852) conservado en la Tate Gallery.
