Huellas de Josef Febrero
Libro de los Cinco Juicios 1797
“Aquellos engreídos llenos de hinchazón, y tan nimiamente adictos a su dictamen, que revestidos de padres maestros porque tal vez la protección, y el amaño los condecoró, y no por su mérito, están neciamente persuadidos que todo lo saben; nada les gusta, ni aprueban, si no es parto o producción suya; quieren ser tenidos y venerados como oráculos; y como si en ellos estuvieran vinculados la ciencia, el discurso, y el acierto con clausula prohibitiva de enajenación, y los inferiores en edad, grado o dignidad tuvieran privación absoluta de adquirirlos, y tenerlos, se desdeñan y tienen a menos el leer las obras de éstos, y por eso las desprecian, y miran con tedio; pues esta execrable preocupación y frenesí que los caracteriza de necios, insensatos, vanos y soberbios, es la más relevante, clara y concluyente prueba de su ignorancia, orgullo, y altanería, y más cuando todos los doctos juiciosos confiesan con Plinio que no hay libro por inútil que sea, que no contenga, y de él no se puedan sacar cosas buenas; y las Sagradas Escrituras nos enseñan que Dios revela a los párvulos lo que oculta a los sabios, y prudentes; y así no es extraño, antes sí muy natural, regular y propio que se alucinen, y cometan tantos, y tan clásicos desatinos…”
El texto anterior pertenece al prólogo del tomo I, de los cinco juicios, publicado en 1797 por Josef Febrero, Escribano real y del Colegio de la Corte y Agente de Negocios de los Reales Consejos.
Se saca a colación esta reflexión de hace más de doscientos años porque, a pesar del tiempo transcurrido, puede considerarse de estricta actualidad.