Huérfano

Manuel se quedó huérfano nada más nacer y pasó desde ese día al cuidado de su abuela materna, ella le quiso desde  ese instante a su manera, que el  recordase nunca la vio llorar la ausencia de su madre. Matilde, la abuela, llamaba a Manuel el niño del castigo, pensó que había llegado a este mundo sembrando el mal y por eso había muerto su hija.

El muchacho se crió torpe y apartado de todo contacto con otros niños. Vivía en pura naturaleza, su abuela  le decía que no necesitaba aprender más de lo que sabía, y que el campo sería su enseñanza. Se hizo amigo de las hormigas, sapos, moscas, abejas etc… Es decir, toda clase de insectos que deambulaban a su alrededor. Fue un niño muy inseguro, pero muy obediente y acepto siempre las palabras toscas de la abuela. De adolescente intentó no cometer muchas trastadas, para no provocar el enojo de la abuela, pero el tiempo pasaba y el joven tenía sus propias inquietudes, estaba intrigado por conocer que habría más allá de ese campo de trigo y maíz. Un buen día por casualidad se encontró en el camino a un charlatán, que deambulaba perdido con su carromato por aquellos parajes. Manuel vivió aquel encuentro con mucha sorpresa y quiso saber más de aquel vendedor de ilusiones. Con mucho ingenio, el charlatán supo atraerlo hacia él. Ese orador desatado vio en el muchacho que podría obtener una gran rentabilidad, para ese propósito que estaba cuajando, y con esa labia de charlatán de feria conquistó al muchacho, para que éste subiera a ese carromato destartalado. La buena fortuna del muchacho quiso que  Matilde se percatarse de lo que allí estaba sucediendo, y fue entonces cuando ella salió al camino como alma que llevaba el diablo, con escopeta bien empuñada en mano hizo bajar al muchacho de aquel carro, y arreándole un pescozón le dijo:

– No seas incauto, no ves la sonrisa de estafador que tiene este hombre.                                         

La abuela tiró a lo alto uno de los cartuchos del rifle, y el embaucador puso el carro en polvorosa y nunca más apareció por aquel entorno. En ese instante Matilde comprendió que su nieto necesitaba comunicarse con más gente de su edad, y lo bajó al pueblo con el maestro. Don Genaro lo acogió con agrado y comprobó lo que había aprendido el joven con la abuela. El chaval con dieciséis años apenas sabía leer con dificultad, sumaba y restaba con los dedos con muy poca habilidad. El maestro empezó a desarrollar su ingenio y hoy en día Manuel, con sus treinta y siete años, es uno de los hombres más considerados del pueblo. La abuela vivió feliz sus últimos años, viendo que había valido la pena quedarse con el muchacho. Hoy fue Manuel el que dio la extremaunción a la abuela y le ayudó con sus sabias palabras a cruzar el camino de lo andado, ahora descansa en paz la abuela al lado de su hija, que falleció al nacer el párroco.


© Texto: Mpiliescritora
©  Imagen portada de Pixabay

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