Impertinencia
El poema se me acercó por la espalda. Busqué un lápiz para defenderme pero allí siguió, inmóvil y amenazante. Era un poema de amor, de esos que no tienen peligrosidad hasta que se publican. ¿Alguna musa estaría haciéndome una broma después de mis renuncias al verso azucarado?
Tuve dos opciones: permitirle vivir sin ver la luz o hacerlo volar. Tembló, lo vi, es que el amor es cobarde y cuando se viste de poema queda desnudo.
Lo miré y me miró: no nos reconocimos. Le dije, segura y decidida: «Yo no soy una poeta romántica, ve a fastidiar a otro escriba.»
Y un viento molesto comenzó a despeinarme…